Por: Orquídea Cruz Coria
Había una vez, una mariposa que durante la primavera volaba sobre la copa de un árbol. Un día, tentada por tocar sus hojas que reverdecían al estar cubiertas de rocío, aterrizó, rozando con sus pies para saborear a dos de ellas que se encontraban extendidas y simulaban aceptarla con un ruego después de ver su vuelo, que unidas la acogían. Desde allí comodamente sorbía el nectar de las flores y los frutos fermentados para no perder energía.
Ella percibió el calor que radiantes las hojas le envolvían, cerrándose para abrigarla. Se dejó querer por un instante permaneciendo inmóvil para disfrutar consuelo y ¡quedóse como en un nido! calentando sus alas para no perder la capacidad de volar.
A otro día, se asomaba una tormenta en la que creyó que juntas sobrevivirían, pero al viento, con sólo un soplido abrió las hojas que sacudiéndolas dejaron expuesta a la mariposa la cual debía volar de tal encuentro, ¡quedóse sorprendida!
La mariposa, ya antes cuando crisálida, había vivido un mayor peligro: Inmovilidad e indefensión, pero en esta ocasión aprendió a que adaptarse a un nido, es contra-naturaleza así como también, no volver a pisar las hojas de un árbol que a saber, no es perenne ya que con sólo tocar suavemente sus alas, pueden dañarla.