Con la colaboración de Vanessa Manrique
“¿Qué es la filosofía? Lo siento por mi conservadurismo trivial, pero no puedo encontrar una mejor respuesta que la definición que da Aristóteles de la Metafísica: una respuesta a un acto de asombro.” La encuentras en filosofía Umberto Eco
A los 84 años, y sin perder en ningún momento la curiosidad crítica, murió anoche en Milán el escritor, filósofo y semiólogo italiano Umberto Eco. La noticia fue comunicada al diario italiano La Repubblica por la familia. Falleció a las 22.30 en su casa. El autor de obras imprescindibles como El nombre de la rosa, en 1980, o El péndulo de Foucault, en 1988, había nacido en Alessandria el 5 de enero de 1932. La última de las obras de su fecunda carrera como autor de novelas de éxito y ensayos de semiótica, estética medieval o filosofía, fue Número cero, una mirada crítica del gran experto de la comunicación sobre una crisis del periodismo que, advertía, empezó “en los cincuenta y sesenta, justo cuando llegó la televisión”. “Diario El país”
Nacido el 5 de enero de 1932 en Alessandria (norte de Italia), Eco estudió filosofía en la Universidad de Turín y consagró su tesis al “problema estética en Tomás de Aquino”.
Cuando se acercaba a los 50 años, publicó su primera novela en 1980: “El nombre de la rosa”, de la que se vendieron millones ejemplares y fue traducida a 43 lenguas.
El director francés Jean-Jacques Annaud la llevó al cine con Sean Connery en el papel del hermano Guillermo de Baskerville, ex inquisidor encargado de resolver la sospechosa muerte de un monje en una abadía del norte de Italia.
“Umberto Eco, uno de los intelectuales más célebres de Italia, ha muerto”, anuncia la edición digital de Il Corriere della Sera.
“El mundo pierde a uno de los hombres más importantes de su cultura contemporánea”, afirma por su parte La Repubblica en su edición digital.
Sin duda a muchos críticos, quisquillosos y curiosos periodistas nos enseñó a ir más allá de tres palabras, a cuestionar el hacia donde van las cosas. Umberto Eco es autor de “El nombre de la rosa” de 1980. Un texto obligatorio para entender lo que la iglesia católica y sus cúpulas esconden desde la inquisición hasta la actualidad, con una estructura similar a la de las novelas policiacas donde el protagonista un fraile inglés llamado Guillermo de Baskerville el cual indaga una serie de asesinatos y llega a descubrir al autor y a los inductores de todos ellos.
“El nombre de la rosa”, entreteje cada una de las teorías de Eco, con una adecuada reconstrucción histórica como escenario de una imaginativa trama y de un sólido arte narrativo. Es esa mezcla de novela negra y policiaca el cual aquel Fraile ciego (como la justicia) es el encargado de resguardar los libros prohibidos, el veneno de las hojas y la muerte; visto desde lo prohibido y lo que se esconde actualmente. Un libro que se convirtió en best seller texto obligatorio en la educación.
Su obra:
Con dicho planteamiento, se comprende como Umberto Eco expresaba la variedad de los aspectos de la vida, las cosas, el comportamiento humano, que abarcan desde la producción artística de vanguardia, como en Obra abierta (1962), hasta la cultura de masas, como en Apocalípticos e integrados (1964) o en El superhombre de masas (1976).
Dedicando parte de su trabajo a la sistematización de la teoría semiótica escribió, el Tratado de semiótica general (1975), publicado casi al mismo tiempo en Estados Unidos con el título de “A Theory of Semiotics”, obra en la que el autor elabora una teoría de los códigos y una tipología de los modos de producción de los signos (signica).
En la época del Estructuralismo, Eco escribió, enfrentándose a una concepción ontológica de la estructura de los fenómenos naturales y culturales, “La estructura ausente” (1968), que alcanza su óptima continuación en “Lector in fabula” (1979). En esta última obra, efectivamente, se afirma que la comprensión y el análisis de un texto dependen de la cooperación interpretativa entre el autor y el lector, y no de la preparación y de la determinación de unas estructuras subyacentes, fijadas de una vez por todas.
Algunos conceptos básicos del Tratado, en cambio, fueron estudiados nuevamente, discutidos y, en ocasiones, modificados por el propio autor en una serie de artículos escritos para la Enciclopedia Einaudi y recogidos después en Semiótica y filosofía del lenguaje (1984). El concepto de signo, especialmente, abandonando el modelo propio “de diccionario” por un modelo “de enciclopedia”, ya no aparece como el resultado de una equivalencia fija, establecida por el código, entre expresión y contenido, sino fruto de la inferencia, es decir, de la dinámica de las semiosis.
Una última lección con Umberto Eco (texto extraído del Dìario Español “El Mundo”
Antes de empezar a hablar, se sentó en una butaca y sacó una caja de puritos cubanos, seguramente Montecristo, y se metió uno en la boca. Pero en vez de encenderlo, lo dejó así durante toda la conversación, mordiendo de vez en cuando las hebras, como recuerdo de un vicio ya abolido. Acababa de terminar un libro en el que se fumaba mucho. Y no era para menos, pues la historia trataba de un periódico fallido durante los primeros 90, cuando internet ni había aparecido ni se le esperaba y las redacciones eran verdaderos centros de tabaquismo. Así que en aquella novela, ‘Número cero’, había esa nostalgia por lo que fuimos y ya no somos, un divertido canto de cisne en el que Eco volvía a volcar sus preocupaciones recurrentes: el símbolo, el engaño, el complot la percepción de la realidad, el dilema entre el apocalipsis y la integración con el final de una época…
Desde el salón de su casa de Milán se pueden ver las almenas del Castello Sforzesco, y desde allí se dedicó Eco a recordar la historia de su ciudad adoptiva, que en buena medida era uno de los personajes principales de ‘Número cero’. Uno de los escenarios, en una secuencia de sordidez y bajos fondos, era la Via Bagnera, escondida, estrecha e inquietante, que Eco usaba como símbolo de ese Milán oculto que le interesaba mucho más que el de los tópicos de prosperidad y oropel que se suelen asociar con esta urbe italiana.
“La lectura de los periódicos, como decía Hegel, es la oración de la mañana del hombre moderno. Y yo no consigo tomarme mi café de la mañana si no hojeo el diario; pero es un ritual casi afectivo y religioso, porque lo hojeo mirando los titulares, y por ellos me doy cuenta de que casi todo lo había sabido la noche anterior. Como mucho, me leo un editorial o un artículo de opinión. Esta es la crisis del periodismo contemporáneo. ¡Y de aquí no se sale!” (declaraciones de Umberto Eco en 2015 con motivo de la publicación de su novela Número Cero).
Eco hablaba mucho, y se tenía a sí mismo como un ‘cuentacuentos’ que, para contar sus historias, echaba mano tanto de los libros de ensayo como de la ficción, de la actividad docente o de la conversación. Aún así, comentaba entre burlas: “Una entrevista conmigo es una pérdida de tiempo”. Pero seguía hablando de todo: de política y de relaciones personales, de internet y de la historiografía, del vigor intelectual en la vejez y de la decrepitud física. Le hacía especial gracia el exhibicionismo de nuestra época, y lo comparaba a un tipo que había descubierto en internet, que subía a la Red los vídeos de las colonoscopias a las que había sido sometido…
Pero, a pesar de sus 83 años y de sus suspicacias respecto a la capacidad de internet como herramienta infalible para la difusión del saber, Eco conservaba en los ojos el brillo de la curiosidad y no había caído en lo apocalíptico, como otros intelectuales de su edad. Y mantenía la pasión por Aristóteles (y una desdeñosa indiferencia por Platón), la misma que le había llevado a escribir, 35 años antes, ‘El nombre de la rosa’.
“No nos damos cuenta”, decía entonces, “de que contar historias es la forma principal de ver el mundo. Y nos sirve para entender cosas como lo que pasa en Siria e Irak. Porque el fanático no cuenta historias: tiene una verdad en la cabeza y la repite”.