REFLEXIONES VALIOSAS
Una noche silenciada por el crudo frío de la Europa del norte; un hombre, cuya vida había sido profundamente tocada por la ausencia paterna, la soledad y la escasez al lado de su madre, quien también había sido tocada por el abandono: Anna Schoiberin.
La melancolía de aquellas oscuras noches, frío y la soledad enmarcaban el abandono del padre de Joseph. Partido a la guerra, cuando esperaban a su hijo y nunca volver, marcaron el alma del pequeño.
Joseph Mohr, se hizo sacerdote ya sin la presencia de su amada madre. Hombre entregado a la virtud del servicio eclesiástico, fue asignado a un lejano pueblito de Austria. Ahí se enteró que vivía un Joseph Mohr, ¡Su abuelo! El afán de sentir esa validación existencial que a todo ser humano nos toca, y que sólo era aliviado por el entusiasta servicio que prodigaba a sus feligreses, lo hicieron volcarse en atenciones a su abuelo, gusto que le duró poco. Pudo convivir unos días con el amado abuelo a quien hizo sonreír porque aquél también había vivido en soledad sin saber de su hijo perdido en la guerra. Poco platicaron, pero mucho se miraron y sonrieron juntos. Después, hubo de darle los auxilios espirituales de extremo y ungirlo simbólicamente con el espíritu de paz. Una cristiana absolución para dejarlo ir en paz… Y el alma del abuelo voló al cielo.
Esa noche, en la soledad de su pequeño cuarto, nuestro amigo Joseph, tenía un sentimiento de plenitud con generosa gratitud y una añoranza porque el abuelo le había hecho sonreír lo que en su infancia le había sido negado; esa paz le inspiró a escribir unas líneas, sin tristeza, sino con la paz de la gratitud… Aquella era, al fin, una noche de silente paz… todos dormían.
Meses después de conducir a su grey en el pueblo, alistaba al coro para la misa de la noche de la víspera de la navidad, “la misa de gallo”. Había llovido tanto y el órgano del templo se había mojado inundando los fuelles que hacían sonar las flautas de su intrincado mecanismo y no hubo poder alguno para hacerlo sonar. En plena tarde, convencido de que no sonaría, corrió a la casa de su amigo Franz, colega músico que ocasionalmente ayudaba a su iglesia con arreglos musicales y correcciones a las interpretaciones del cura en el órgano ahora descompuesto. Jadeando por la carrera de más de una hora de andar, llegó ante su amigo y le pidió que creara las notas con qué cantar aquellos breves versos que había escrito la noche que partió su abuelo. Franz Gruber, aceptó apoyar a Joseph, inspirado por la audacia, la entrega y el espíritu constructivo del cura, se sentó a canturrear pulsando su guitarra… ¡Ahí nació “Noche de paz”! Esa noche fue cantada en el templo de San Nicolás -curiosamente- y seguida por los feligreses que con suavidad iban integrándose al coro ante la dulce facilidad de sus notas.
La soledad con que Joseph Mohr había crecido, el silencio obligado del dogma religioso y la búsqueda interior de paz en una mente creativa, se habían sumado a la experiencia de haber conocido, al fin, a algún familiar que le diera validación a su existencia terrenal… ¡Su abuelo!
La sensibilidad de Gruber y la gratitud de Mohr, marcarían un hito. Pocas composiciones han sido tan hermosamente complementadas en su contenido literario y su sencillez musical, como la mundialmente cantada “Noche de Paz”. Sublime en su origen y tan bella en su evocación musical, que fue atribuida a Hayden, Beethoven o Mozart… pero cien años después de estarse cantando, hecha ya del dominio popular, se encontraron los manuscritos originales.
En plena guerra mundial, cien años después, soldados de bandos opuestos, hicieron una tregua la noche del 24 de diciembre de 1818, quitando las cercas de púas, se unieron a convivir entre su gran fogata en una noche de paz, y cuando se percataron, estaban canturreando las notas con silbidos y estribillos en inglés y en alemán… Justamente, esa fue una memorable noche de paz. Continuando la guerra al día siguiente.
Años más tarde, la hermosa canción fue cantada por los aliados Roosevelt y Churchill en USA, para acallar la intención de Hitler de hacerla suya con notas alusivas a su dictadura. (Decía: “noche de paz, todos duermen mientras Hitler vela por Alemania”) ¡Qué cosas inspiradas por otra forma de soledad! De la que luego platicaremos aquí.
Amiga, amigo lector; relacionamos la navidad con alegría, pero también con soledad. Más, en estos tiempos en que la humanidad hemos pasado encierro, angustia y la consecuente tendencia al catastrofismo. Deseo que esta temporada de reflexión acerca de ti mismo, tu existencia sea no solo placentera en la interfaz de oropel y algarabía, sino también sea una floreciente invitación a la paz interior y a la visualización creativa para tu evolución personal y contribuir a la creación.
A tus interiores viajas tú solo, tú solita… Encuéntrate, dándole sentido a tu bella vida, la soledad es constructiva. ¿También puede ser destructiva? ¡Claro! pero eres tú quien decide según el espíritu que desees invocar.
Amig@ lector, la soledad no es sino la oportunidad de crear un encuentro interior con nuestra parte más olvidada y más buscada. Porque “Razón de todos los tiempos ha sido la búsqueda del Hombre por el Hombre mismo” frase acuñada por mi padre, Don Armando. Historia que luego os contaré.
Mi respeto, cariño y brazos abiertos a tus sentimientos constructivos, a tu persona, mi reconocimiento a tu labor en aras de la humanidad, porque aun cuando no lo veas, ¡Contribuyes! Abraza a los tuyos con amor y deja de humillarte con los recuerdos de los errores, levanta tu mirada al cielo y renuncia a la debilidad de humillar con desdenes de grandeza a los que -según tu función ego- te hace creer que, por alguna condición, son inferiores a ti. ¡Cuidado! porque esa soledad sí mata. ¡Ama, sé libre y deja vivir! … ¡Y Vive para contarlo!
Haz que todas las noches sean de gratitud y duermas con la plenitud de la paz mental. Que un abrazzo de aceptación y perdón te rodee desde hoy. De todo corazón, ADN° en acción. Ulises Franco