Regreso

De: Diana López/ revistaelite_slp@hotmail.comdiana_peke20@hotmail.com

 

Las flamas de la chimenea se extinguían y la luz que reflejaba en los viejos tapices de la pared, aumentaban mi nostalgia hacia el lugar. Rocé los muros avejentados mientras recorría cada uno de los pasillos, deteniéndome en cada esquina para aspirar ese aroma a viejo, a madera. A todo.

Las escaleras crujieron bajo mis pasos cautelosos. Las llamas de la chimenea quedaban atrás y la oscuridad era cada vez más grande, pero nada de eso me frenó, conocía esa casa mejor que a mí misma.

Toda esta situación era un arma de doble filo; aquí estaban los años más dolorosos y más tristes de mí vida; y estaban aquellos que habían marcado el resto, que tatuaron una felicidad efímera.

Llegué a la recámara principal; los recuerdos se atropellaron en mi mente, provocándome un fuerte dolor de cabeza que me hizo trastabillar y adentrarme en el cuarto, hasta caer en la vieja cama. Una nube de polvo se levantó y me hizo toser repetidas veces. Ahí, acostada en la cama de mis padres, muertos hacía ya algún tiempo, recordé esas noches, dormida junto a ellos, acurrucada y cubriéndome de los ruidos nocturnos de la vieja casona.

Mis manos ahuyentaron la nube de polvo que continuaba en el aire, hasta disiparse por completo; fue entonces que un aroma suave invadió el cuarto.

Ya estabas aquí.

Me sequé las lágrimas y salí. Busqué esa vela de reserva que mi madre solía guardar en la habitación. La luz y el aroma que comenzó a penetrarse por la habitación me calmaron.

Iluminé por fragmentos. Los extrañaba bastante. Te extraño demasiado.

Con esa débil iluminación noté que todo estaba igual. Los muebles, cubiertos por viejas sábanas estaban acomodados de la misma manera. Tal vez mamá ya se hubiera hartado y en todo el tiempo transcurrido los hubiera cambiado de lugar más de diez veces, fastidiándome al pedirme que le ayudara. Hoy, daría mi vida porque así pasara.

Y es que tú también adorabas sentarte en ellos, de frente a la chimenea. Los dos, en esas tardes de invierno, dónde el frío externo y el calor del lugar nos complementaban.

Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras llegaba a la sala. Coloqué la vela en la mesa central y busqué el aroma con todo mi ser.

Nada. Por un momento tuve miedo de todo. Mi respiración se aceleró y se hizo entrecortada. Saqué todas mis cosas y las dejé a un lado de la vela. Miré mi celular. Ya era la hora. Nada de lo que había pasado hasta ese momento iba a importar nunca más.

Las llamas de la chimenea comenzaban a hacerse cada vez más pequeñas. El aire frío que se filtraba por la ventana me anunciaba el amanecer.

La última noche. Pero el principio del resto.

Saqué ambas fotos de la sudadera, tu sudadera, aún impregnada por ese perfume que dejaba rastros en cada poro de mi piel, en mi cabello. Las observé detenidamente; los rostros de mis padres sonreían desde ese pedazo de papel. En la otra, tú, mi amor, tenías esa mirada llena de dulzura que iluminaba mis días.

La luz de la vela tambaleó, peligrando la tenue iluminación de la habitación. Volvió el aroma. Lo aspiré fuertemente.

El piano crujió. La tapa se levantó y las teclas comenzaron a sonar. Un miedo intenso se apoderó de mí. Hasta ahora, pensé que todo era un simple sueño. No sabía cuan real era.

Me acerqué hasta el instrumento, mientras observaba impresionada como las teclas entonaban esa canción que se convirtió en nuestra señal.

Antes del coro, callaron. Era mi turno. Del bolsillo de mi pantalón extraje mi reproductor de música y sintonicé la canción.

Mi corazón palpitaba emocionado. Lo sentía vivo, por primera vez en mucho tiempo; desde que me dejaron.

Se fueron, dejándome esa casa que sólo albergaba recuerdos, recuerdos dolorosos y recuerdos bellos que me señalaban que tendría que sufrir en soledad. No lo quería. No. No así.

Agucé el oído. Las máquinas demoledoras estaban afuera ya.

Me puse los audífonos y escuché la canción, mientras me recostaba en el sillón, justo a un lado del piano. Al coro, comencé a cantar:

 

I’d come for you. I’d fight for you.

No one, but you. I’d lie. It’s true.

Yes, I’d come for you. Give my life for you.

But only if you told me to. You know I’d always come for you.

 

La calma se fue apoderando de mí ser. La luz de la vela se extinguió. El sol comenzó a entrar por la ventana.

La música seguía en mis oídos. Ahora, el sonido del piano me hacía compañía.

Ahora, el perfume provenía del aire.

Ahora, tu mirada se acercaba a mí. Los pasos de mis padres resonaron por el vestíbulo.

Dentro de poco, nada existiría. Ni la casa, ni los recuerdos. Ni yo.

El ruido de la máquina se hizo cada vez más fuerte. Sentí el vibrar de la casa. Pero ya no tenía miedo.

Abrí los ojos.

You Know I’d always come for you.

 

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