Tópico: Coaching, liderazgo
¿Recuerdas haber vivido una crisis? ¿Qué tal te está yendo en este momento? La vida es un pasaje permanente, hoy nos va bien, mañana quizá no tanto. Todos en algún momento hemos experimentado crisis, no importa la etapa de la vida. La primera crisis que vivimos es cuando salimos del vientre materno. Nacer comienza al encontrarnos en el cálido cuerpo de nuestra madre, hasta que se nos arrebata nuestra hermosa tranquilidad para respirar por nuestra cuenta y observar un mundo desconocido. Con el paso del tiempo vienen crisis; malos resultados escolares, discusiones familiares (como las que menciono en mi última publicación virtual), problemas económicos, y hoy es más común observar una crisis en particular de la que hablaré en futuras publicaciones: la crisis moral.
Pero las crisis también pueden ser valiosas, a veces nos enriquecen pero otras nos empobrecen. El escritor Miguel Ángel Cornejo, decía que lo importante de la experiencia no es la experiencia en sí, sino como lidias con ella, porque la experiencia también te puede empobrecer. Ahora bien: ¿Cómo aspirar a que la experiencia te enriquezca? He aquí una cuestión muy importante, hay quienes viven cada día planificando cómo no perder, siendo que tú puedes enfocarte en ganar.
El fundamento principal del coaching ontológico radica en que los seres humanos somos resultado de nuestro lenguaje, y si tu lenguaje te hace observar y vivir una crisis como una catástrofe, así va a ser. Por el contrario, si eres observador/a, analizas tus fortalezas y virtudes personales para afrontar la crisis, y también reconoces tus deficiencias ante dicha situación para trabajar en ella, podrás saber cómo actuar mejor. No se trata de ir por la vida diciéndote a ti mismo/a que nunca te sucederá nada malo mientras sostienes una sonrisa falsa, sino de plantear las acciones que vas a llevar a cabo para salir adelante y a su vez declararte completamente responsable de esas acciones. ¿Tu estrategia funcionó? ¿Sí? Vamos a repetirla para ver qué pasa, ¿No funcionó? Entonces pregúntate ¿Qué no funcionó? ¿Qué aprendí de esa lección? ¿Qué puedo hacer la próxima vez? Pongamos un ejemplo:
Un joven estudiante tiene problemas para aprender historia y al primer mes, aun estudiando mucho, saca cinco de calificación y ahora considera que esto le traerá el regaño de su padre, lo cual empeora la situación. Este joven puede entrar en crisis diciendo que no es bueno para la historia, que no le va a servir en el futuro, y si se repite constantemente esas frases y quejas en su mente, no habrá otra alternativa para él más que declarar sus pensamientos como la única verdad respecto a sí mismo.
Pero este joven también puede revisar su examen y sus notas para analizar en qué respondió correctamente y en qué se equivocó, incluso puede pedir ayuda a algún compañero para que le oriente. Supongamos que observa que sí aprendió los sucesos, pero no los personajes y las fechas, entonces debe preguntarse a sí mismo; ¿Cómo aprendo el nombre de las personas? ¿Viendo su fotografía? ¿Sabiendo dónde nació? ¿Qué hizo para ser importante? ¿Qué puedo hacer para mejorar en el próximo periodo de evaluación? Si bien la primera calificación mermará su resultado final, no será determinante para que pueda desarrollarse plenamente como estudiante, pues formará en su mente la ideología de que en la vida se gana y se pierde, se está arriba y se está abajo, que también hay que saber dejar pasar, dejar en el pasado las victorias y las derrotas porque el tiempo no se detiene. Del fracaso aprendemos lo que no debemos hacer, del éxito aprendemos lo que sí funciona para poder aspirar a que suceda nuevamente.
Las crisis nos pueden traer confusión, pueden ser peligrosas inclusive, pero también pueden ser una oportunidad para ser mejores en la vida.
¿Cómo saber cuándo una crisis es una oportunidad? Responderlo es muy sencillo: todas las crisis son una oportunidad de crecimiento, pero ello depende de ti.