¿Qué es la Trinidad Divina?

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Hoy en día, la Biblia se publica en toda la tierra, mas no podemos decir que todas las personas tienen una. Sí hay quienes usan su mente para leerla, pero no pueden entenderla debido a que les es imposible VER los misterios espirituales dentro de ella.

Para comprenderla necesitamos aprender la verdad, Dios quien era en el principio, se hizo carne en el tiempo como gracia para que el hombre le pueda recibir, poseer y disfrutar experimentándole.

¿Cómo? _ejercitando su espíritu_.

Día tras día, Dios se suministra como el Espíritu de gracia abundantemente, de modo que esta gracia puede fluir en nosotros entronizando al Señor.

La gracia se refiere a las riquezas de Cristo… si Dios Triuno no se hubiera procesado, no podría ser la gracia.

En el Hijo, el Padre es expresado y visto; y como Espíritu, el Hijo es revelado y hecho real a nosotros. Este Dios Triuno se imparte en nosotros para ser nuestra porción como gracia a fin de que le disfrutemos en Su Trinidad Divina, como nuestro todo.

En realidad, la gracia es Jesús.

Cuando Jesús vino, la gracia vino. El Dios Triuno junto con Su divinidad mezclada con la humanidad, llega a ser un Dios-hombre, quien llega a ser nuestro suministro. Esta es la verdadera salvación del Señor.

Él es el Dios completo y el hombre perfecto.

El Señor Jesús cuando estuvo en la tierra después de hacer y hablar muchas palabras, fue traicionado, arrestado y asesinado en la cruz, a fin de efectuar nuestra redención; En Su resurrección, Él fue transfigurado para llegar a ser el Espíritu Vivificante que nos lleva a ejercitar nuestro espíritu humano para que permanezcamos en la economía neotestamentaria de Dios.

Pablo le pregunta a los creyentes Gálatas, “¿Recibistéis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? Gálatas 3:2

Es un hecho que cuando los creyentes creen en Cristo, reciben al Espíritu; y una gran equivocación considerar que Cristo y el Espíritu son dos entidades separadas.

En el momento en que creemos, somos regenerados y a la vez recibimos el Espíritu de filiación el cual nos sella y al mismo tiempo, hace una unión orgánica. Somos injertados en el Dios Triuno siendo ésta la máxima bendición del evangelio que nos reconcilia con Dios, nos une y nos suministra.

Creer en Cristo nos lleva a recibir el Espíritu… Quien murió en la cruz fue Cristo y quien entra en los creyentes es el Espíritu que mora para ser su vida por el oír con fe, no por las obras de la ley. Cristo es el Espíritu aplicado a nuestra experiencia a fin de que tengamos la vida divina. Nazcamos de Dios, vivamos y andemos por la vida regenerada y tomemos el propósito de nuestra vida como nuestra meta.

La ley es la expresión del yo y de los esfuerzos propios de la carne el cual produce muerte; pero la fe, remplaza la ley (porque no se puede cumplir), y produce vida en la luz de Su revelación.

Si queremos recibir gracia, no debemos ejercitar la mente sino el espíritu invocando el nombre de Jesús, entonces somos entronizados al darle autoridad como Cabeza, el reinado y el señorío en nosotros. Siempre que fallamos en entronizar al Señor, el fluir de la gracia se detiene.

En Apocalipsis 22:1 y 2  vemos que el río de agua de vida sale del trono de Dios y del Cordero. Por consiguiente, el trono de Dios es la fuente de la gracia que fluye. Destronarlo a Él, es despreciar la fuente de la gracia.

Esto no es simplemente una doctrina, sino algo que se puede experimentar en nuestros momentos de oración

Que maravilloso es tener a Dios mismo, la vida divina, la naturaleza divina, la ley interior de vida y la capacidad de vida para conocer a Dios.

En Proverbios se nos dice que el favor o la gracia del rey es como el rocío sobre la hierba, es aquí donde encontramos la frescura y la novedad de vida propios de la presencia del Señor. Una verdadera comunión.

A medida que disfrutamos a Cristo, nuestros problemas y los elementos negativos son disipados porque se produce un crecimiento en vida.

Físicamente, en nuestro nacimiento recibimos (talentos), la capacidad de ver, oír, hablar, caminar, y pensar y entender, sin embargo, necesitamos desarrollarlos, así en nuestra vida espiritual, recibimos la vida divina al darnos Dios Sus genes (engendrarnos) y Su Espíritu divino como (dones) en nuestro nacimiento espiritual, pero también necesitan ser desarrollados.

Como vez, la Trinidad Divina no es para el estudio teológico doctrinal, sino para nuestra experiencia y disfrute.

Físicamente, tenemos la circulación de la sangre, pero espiritualmente tenemos la fuente, el cauce y el fluir como origen del amor de Dios, la circulación de la Trinidad Divina. Por tanto, necesitamos hablar en el fluir, y escuchar en el fluir como nuestro pulso espiritual. 2 Corintios 13:14

¿Cómo nosotros viles pecadores, podemos recibir la vida divina?

Porque Dios se mueve y obra en Cristo según Su justicia.

Por la fe unificadora somos unidos a Dios en Cristo para participar de todos lo que Cristo es y logró, a fin de producir, constituir y edificar Su Cuerpo orgánico que tendrá Su consumación en la Nueva Jerusalén.

  1. Dios en la eternidad pasada nos predestinó, sin embargo caímos y participamos del pecado.
  2. Esto introduce la justicia de Dios, que no es de manera ligera porque Su posición sería injusta.
  3. Por causa de Su justicia el Señor Jesús fue inmolado en la cruz, fue echo pecado por nosotros.
  4. Cumplió todos los justos requisitos de Dios.
  5. Cristo llevó una muerte vicaria en calidad de sustituto.
  6. Ahora, nuestra experiencia de Cristo se basa en el fundamento de la justicia de Dios inconmovible, sólida e inalterable.
  7. Pero la justificación no es el fin, sino la vida; porque Dios se derrama en amor por nosotros en nuestros corazones.
  8. Según Pablo tenemos:  Su amor, acceso a Su gracia, paz para con Dios, nos gloriamos en la esperanza, somos salvos en Su vida y somos participantes en Su gloria.
  9.  La vida y la paz son el resultado de poner nuestra mente en el espíritu; nuestro hombre interior y nuestras acciones concuerdan y no hay discrepancia entre nosotros y Dios, porque  nos transforma por medio de un proceso interior y metabólico extendiendo Su vida y naturaleza divina especialmente en nuestra alma (mente, voluntad y sentimientos).  “para todos los que creen. Porque no hay distinción”. Romanos 3:22

La fe con la cual nosotros creemos en Cristo proviene de nuestro conocimiento de Cristo y de nuestro aprecio por Él… Cuando el hombre le escucha, le conoce, lo valora. Nuestra fe es activa al ser Cristo el objeto de nuestra fe y el sujeto de la misma, porque Cristo anda entre nosotros. Cristo entró en nosotros como resultado de creer cuando oímos Su Palabra. Espontáneamente brotó en nosotros como reacción a Su atracción.

Primero tenemos la Palabra escrita de Dios, la cual es la Biblia, luego tenemos la Palabra viva de Dios, la cual es Cristo y finalmente tenemos la Palabra de Dios que se puede aplicar en nosotros como el Espíritu.

El mundo actual es un desastre porque es analfabeto del libro de libros, la Biblia que significa libro.

Predicar el evangelio no es decirle a las personas cómo escapar de la perdición y cómo ir al cielo, ni tampoco cómo obtener prosperidad y paz; más bien, consiste en hablarles acerca de Cristo Jesús y de la Iglesia. Es decirles que Dios desea entrar en el hombre y hacer de los pecadores hijos de Dios, que estos hijos son los miembros vivos de Cristo que llegan a constituir la Iglesia la cual se expresa a través de diferentes localidades. (La Iglesia en Éfeso, La Iglesia en Filadelfia, La Iglesia en Esmirna, etc….)

Que maravilloso es tener la revelación completa de Dios en nosotros, para vida eterna.

Aunque nuestro cuerpo esté muerto por causa del pecado, Cristo está en nosotros, morando, formándonos y está fuera: sellándonos, imprimiéndonos como una fotocopia para EXPRESAR A DIOS.

Además somos incluidos dentro de Cristo mismo como parte de Su Cuerpo, haciendo una mezcla divino-humana que nos reviste para confirmarnos, identificándonos.

Y más maravilloso es ver, que Dios no juzgará al hombre en base a sus conceptos naturales y religiosos, sino conforme al evangelio de Pablo, por medio de Jesucristo.

_Gracias al que nos reviste de poder, porque nos tiene por fieles; poniéndonos en el único ministerio, y nos comisionó para Su economía_.

 

Santa Biblia Versión Recobro 1a. edición 2012 / Publicada por Living Stream Ministry

https://www.facebook.com/biblia.versionrecobro/

 

 

 

 

 

 

Un comentario en “¿Qué es la Trinidad Divina?

  1. La Reunión de la mesa del Señor, (bosquejos), by Witness Lee

    BOSQUEJO TRES
    LA ADORACION AL PADRE
    Lectura bíblica: Jn. 15:26; 16:13-15; 1 Co. 12:3; 1 Jn. 2:1; 2:23; He. 2:10-12; Sal. 22:12-22; Jn. 20:17; Mt. 26:26-30; Jn. 17:1-5
    La reunión de la mesa del Señor no sólo incluye, en la primera parte, la acción de recordar al Señor sino que también incluye, en la segunda parte, la adoración al Padre.
    Conforme al procedimiento de la salvación de Dios, primero recibimos al Señor y luego nos acercamos al Padre.
    En Mateo 26:26-30, después de que el Señor Jesús partió el pan y cantó un himno con los discípulos, los condujo al monte de los Olivos.
    Los condujo al monte de los Olivos para reunirse con el Padre.
    En esto se implica y se establece un principio, a saber: después de partir el pan para recordar al Señor, debemos ser llevados por El a adorar al Padre juntos.
    En la economía de Dios, el Espíritu da testimonio acerca del Hijo y lleva a los creyentes al Hijo—Jn. 15:26; 16:13-15; 1 Co. 12:3.
    Juan 15:26 dice: “Pero cuando venga el Consolador … el Espíritu de realidad … El dará testimonio acerca de Mí”.
    Juan 16:13-15 dice: “Pero cuando venga el Espíritu de realidad, El os guiará a toda la realidad [el Hijo] … El me glorificará; porque tomará de lo Mío, y os lo hará saber”.
    En 1 Corintios 12:3 dice: “Nadie que hable en el Espíritu de Dios dice: Jesús es anatema; y nadie puede decir ¡Jesús es Señor!, sino en el Espíritu Santo”.
    En la reunión de la mesa del Señor, el Espíritu nos lleva al Hijo para que todos los miembros del Cuerpo de Cristo, quienes son hijos de Dios y hermanos del Hijo primogénito, recuerden adecuadamente al Hijo.
    En la economía de Dios el Hijo es el Abogado o Intercesor de los creyentes para con el Padre y los lleva al Padre—1 Jn. 2:1; 2:23; He. 2:12.
    En 1 Juan 2:1 dice: “Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”.
    En 1 Juan 2:23 dice: “Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre”.
    Hebreos 2:12 dice: “[Yo, Jesús] anunciaré a Mis hermanos Tu nombre [el nombre del Padre], en medio de la iglesia te alabaré [a Ti, el Padre]”.
    Después de que recordamos al Señor, el Hijo nos conduce al Padre para que nosotros, los muchos hijos del Padre y hermanos del Hijo primogénito, adoremos al Padre juntamente con El.
    La revelación que puede verse en Salmos 22:12-22 y Hebreos 2:10-12:
    Salmos 22:12-21 es una profecía que describe la muerte de Cristo: “Me han rodeado muchos toros”, “Todos mis huesos se descoyuntaron”, “Mi lengua se pegó a mi paladar”, “Ellos me miran y me observan”, “Repartieron entre sí mis vestidos”, “y sobre mi ropa echaron suertes”.
    Sin embargo, Salmos 22:22 es una profecía que se cumple después de la resurrección de Cristo.
    Salmos 22:22a dice: “Anunciaré tu nombre a mis hermanos”.
    En Juan 20:17 Jesús llamó a los discípulos “hermanos” por primera vez.
    Jesús nunca llamó a los discípulos “hermanos” sino hasta después de la resurrección; antes de Su resurrección, el Señor sólo los llamaba amigos.
    En Juan 20:20-23 Jesús se reunió con los discípulos por primera vez en resurrección; El anunció el nombre del Padre a Sus hermanos.
    En aquel tiempo, en el día de la resurrección de Cristo, se cumplió Salmos 22:22a.
    Salmos 22:22b dice: “En medio de la congregación te alabaré”.
    Esta es la alabanza al Padre llevada a cabo por Cristo en medio de la iglesia.
    No se encuentra en las Escrituras un relato del cumplimiento de esta profecía.
    Hebreos 2:10 dice: “Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos”.
    El Autor, o Capitán, de nuestra salvación es el Hijo.
    El Hijo está llevando muchos hijos (los creyentes) a la gloria.
    Hebreos 2:11 dice: “Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos”.
    La palabra uno se refiere al Padre.
    El que santifica es el Hijo.
    “Los que son santificados” son los hijos.
    Así que, el Hijo y “los que son santificados”, son todos de un solo Padre.
    Por lo tanto, el Hijo no se avergüenza de llamarnos hermanos; en Juan 20:17, después de Su resurrección El dijo a María: “Ve a Mis hermanos”.
    Por medio de la resurrección de Cristo, todos Sus discípulos recibieron la vida del Padre—1 P. 1:3.
    Ahora, debido a que Cristo y nosotros procedemos de la misma fuente (Ef. 1:3; 4:6; Mt. 6:9) y tenemos la misma vida (1 Jn. 5:11-12) con la misma naturaleza (2 P. 1:4), El no se avergüenza de llamarnos hermanos.
    Hebreos 2:12 es una cita de Salmos 22:22 y dice: “Anunciaré a Mis hermanos Tu nombre, en medio de la iglesia te cantaré himnos de alabanza” (gr.).
    Aquí vemos que el Hijo anuncia a Sus hermanos el “nombre” del Padre, esto es, les da a conocer al Padre como la fuente de vida y como el Dios que los engendró.
    Este versículo también nos dice que el Hijo canta himnos de alabanza al Padre en medio de la iglesia.
    En este versículo podemos ver que los hermanos son la iglesia; en el aspecto individual, somos los hermanos y en el aspecto colectivo, somos la iglesia, producida en la resurrección de Cristo.
    Después de Su resurrección, ¿cuándo vino Jesús a los hermanos y cantó alabanzas al Padre?
    Salmos 22:22a y Hebreos 2:12a se cumplieron en el aposento alto en Juan 20, pero ¿qué de los versículos 22b y 12b?
    ¿Dónde se narra que Cristo haya cantado alabanzas al Padre?
    ¿Dónde está el cumplimiento de esta profecía?
    Esta profecía se cumple continuamente en la iglesia.
    Cuando Jesús impartió Su aliento a los discípulos (Jn. 20:22), El, como Espíritu Santo, el pnéuma santo, entró en ellos para morar en ellos.
    Cuando Jesús sopló en ellos, les impartió Su mismo ser.
    Ahora Jesús como el Espíritu que mora en nosotros, canta himnos de alabanza al Padre por medio de nosotros, la iglesia.
    Jesús, en medio de la iglesia, canta himnos de alabanza al Padre—He. 2:12b.
    En esto se cumple Salmos 22:22b.
    Esta es la alabanza al Padre llevada a cabo por el Hijo primogénito en los muchos hijos del Padre en las reuniones de la iglesia.
    No es que El alabe al Padre por Su propia cuenta, sino que lo alaba dentro de nosotros y juntamente con nosotros por medio de nuestras alabanzas.
    Cuando los hermanos de Cristo cantan alabanzas al Padre, Cristo canta en el cantar de ellos.
    1) Si, pues, no cantamos nosotros, ¿cómo puede cantar Cristo?
    2) Para que Jesús pueda cantar alabanzas al Padre, nosotros debemos cantar.
    Después de que damos nuestras alabanzas a Cristo, recordándole a El, El nos lleva al Padre, y seguimos a nuestro Hermano mayor que mora en nosotros mientras El nos dirige en un canto.
    Mateo 26:30 dice: “Y cuando hubieron cantado un himno, salieron al monte de los Olivos”.
    Esta fue una alabanza al Padre que el Señor hizo juntamente con Sus discípulos después de tener la mesa del Señor.
    Después de cantar, los llevó al monte de los Olivos para buscar el rostro del Padre—Jn. 17.
    Con base en estos versículos cantamos alabanzas al Padre al final de la mesa del Señor como nuestra adoración a El.
    Debemos tener un tiempo definido y una acción definida en la iglesia para adorar al Padre.
    Tenemos que creer que el mejor tiempo es inmediatamente después de recordar al Señor en Su mesa.
    El Padre busca
    La Reunión de la mesa del Señor, (bosquejos), by Witness Lee
    BOSQUEJO TRES
    LA ADORACION AL PADRE
    Lectura bíblica: Jn. 15:26; 16:13-15; 1 Co. 12:3; 1 Jn. 2:1; 2:23; He. 2:10-12; Sal. 22:12-22; Jn. 20:17; Mt. 26:26-30; Jn. 17:1-5
    La reunión de la mesa del Señor no sólo incluye, en la primera parte, la acción de recordar al Señor sino que también incluye, en la segunda parte, la adoración al Padre.
    Conforme al procedimiento de la salvación de Dios, primero recibimos al Señor y luego nos acercamos al Padre.
    En Mateo 26:26-30, después de que el Señor Jesús partió el pan y cantó un himno con los discípulos, los condujo al monte de los Olivos.
    Los condujo al monte de los Olivos para reunirse con el Padre.
    En esto se implica y se establece un principio, a saber: después de partir el pan para recordar al Señor, debemos ser llevados por El a adorar al Padre juntos.
    En la economía de Dios, el Espíritu da testimonio acerca del Hijo y lleva a los creyentes al Hijo—Jn. 15:26; 16:13-15; 1 Co. 12:3.
    Juan 15:26 dice: “Pero cuando venga el Consolador … el Espíritu de realidad … El dará testimonio acerca de Mí”.
    Juan 16:13-15 dice: “Pero cuando venga el Espíritu de realidad, El os guiará a toda la realidad [el Hijo] … El me glorificará; porque tomará de lo Mío, y os lo hará saber”.
    En 1 Corintios 12:3 dice: “Nadie que hable en el Espíritu de Dios dice: Jesús es anatema; y nadie puede decir ¡Jesús es Señor!, sino en el Espíritu Santo”.
    En la reunión de la mesa del Señor, el Espíritu nos lleva al Hijo para que todos los miembros del Cuerpo de Cristo, quienes son hijos de Dios y hermanos del Hijo primogénito, recuerden adecuadamente al Hijo.
    En la economía de Dios el Hijo es el Abogado o Intercesor de los creyentes para con el Padre y los lleva al Padre—1 Jn. 2:1; 2:23; He. 2:12.
    En 1 Juan 2:1 dice: “Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”.
    En 1 Juan 2:23 dice: “Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre”.
    Hebreos 2:12 dice: “[Yo, Jesús] anunciaré a Mis hermanos Tu nombre [el nombre del Padre], en medio de la iglesia te alabaré [a Ti, el Padre]”.
    Después de que recordamos al Señor, el Hijo nos conduce al Padre para que nosotros, los muchos hijos del Padre y hermanos del Hijo primogénito, adoremos al Padre juntamente con El.
    La revelación que puede verse en Salmos 22:12-22 y Hebreos 2:10-12:
    Salmos 22:12-21 es una profecía que describe la muerte de Cristo: “Me han rodeado muchos toros”, “Todos mis huesos se descoyuntaron”, “Mi lengua se pegó a mi paladar”, “Ellos me miran y me observan”, “Repartieron entre sí mis vestidos”, “y sobre mi ropa echaron suertes”.
    Sin embargo, Salmos 22:22 es una profecía que se cumple después de la resurrección de Cristo.
    Salmos 22:22a dice: “Anunciaré tu nombre a mis hermanos”.
    En Juan 20:17 Jesús llamó a los discípulos “hermanos” por primera vez.
    Jesús nunca llamó a los discípulos “hermanos” sino hasta después de la resurrección; antes de Su resurrección, el Señor sólo los llamaba amigos.
    En Juan 20:20-23 Jesús se reunió con los discípulos por primera vez en resurrección; El anunció el nombre del Padre a Sus hermanos.
    En aquel tiempo, en el día de la resurrección de Cristo, se cumplió Salmos 22:22a.
    Salmos 22:22b dice: “En medio de la congregación te alabaré”.
    Esta es la alabanza al Padre llevada a cabo por Cristo en medio de la iglesia.
    No se encuentra en las Escrituras un relato del cumplimiento de esta profecía.
    Hebreos 2:10 dice: “Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos”.
    El Autor, o Capitán, de nuestra salvación es el Hijo.
    El Hijo está llevando muchos hijos (los creyentes) a la gloria.
    Hebreos 2:11 dice: “Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos”.
    La palabra uno se refiere al Padre.
    El que santifica es el Hijo.
    “Los que son santificados” son los hijos.
    Así que, el Hijo y “los que son santificados”, son todos de un solo Padre.
    Por lo tanto, el Hijo no se avergüenza de llamarnos hermanos; en Juan 20:17, después de Su resurrección El dijo a María: “Ve a Mis hermanos”.
    Por medio de la resurrección de Cristo, todos Sus discípulos recibieron la vida del Padre—1 P. 1:3.
    Ahora, debido a que Cristo y nosotros procedemos de la misma fuente (Ef. 1:3; 4:6; Mt. 6:9) y tenemos la misma vida (1 Jn. 5:11-12) con la misma naturaleza (2 P. 1:4), El no se avergüenza de llamarnos hermanos.
    Hebreos 2:12 es una cita de Salmos 22:22 y dice: “Anunciaré a Mis hermanos Tu nombre, en medio de la iglesia te cantaré himnos de alabanza” (gr.).
    Aquí vemos que el Hijo anuncia a Sus hermanos el “nombre” del Padre, esto es, les da a conocer al Padre como la fuente de vida y como el Dios que los engendró.
    Este versículo también nos dice que el Hijo canta himnos de alabanza al Padre en medio de la iglesia.
    En este versículo podemos ver que los hermanos son la iglesia; en el aspecto individual, somos los hermanos y en el aspecto colectivo, somos la iglesia, producida en la resurrección de Cristo.
    Después de Su resurrección, ¿cuándo vino Jesús a los hermanos y cantó alabanzas al Padre?
    Salmos 22:22a y Hebreos 2:12a se cumplieron en el aposento alto en Juan 20, pero ¿qué de los versículos 22b y 12b?
    ¿Dónde se narra que Cristo haya cantado alabanzas al Padre?
    ¿Dónde está el cumplimiento de esta profecía?
    Esta profecía se cumple continuamente en la iglesia.
    Cuando Jesús impartió Su aliento a los discípulos (Jn. 20:22), El, como Espíritu Santo, el pnéuma santo, entró en ellos para morar en ellos.
    Cuando Jesús sopló en ellos, les impartió Su mismo ser.
    Ahora Jesús como el Espíritu que mora en nosotros, canta himnos de alabanza al Padre por medio de nosotros, la iglesia.
    Jesús, en medio de la iglesia, canta himnos de alabanza al Padre—He. 2:12b.
    En esto se cumple Salmos 22:22b.
    Esta es la alabanza al Padre llevada a cabo por el Hijo primogénito en los muchos hijos del Padre en las reuniones de la iglesia.
    No es que El alabe al Padre por Su propia cuenta, sino que lo alaba dentro de nosotros y juntamente con nosotros por medio de nuestras alabanzas.
    Cuando los hermanos de Cristo cantan alabanzas al Padre, Cristo canta en el cantar de ellos.
    1) Si, pues, no cantamos nosotros, ¿cómo puede cantar Cristo?
    2) Para que Jesús pueda cantar alabanzas al Padre, nosotros debemos cantar.
    Después de que damos nuestras alabanzas a Cristo, recordándole a El, El nos lleva al Padre, y seguimos a nuestro Hermano mayor que mora en nosotros mientras El nos dirige en un canto.
    Mateo 26:30 dice: “Y cuando hubieron cantado un himno, salieron al monte de los Olivos”.
    Esta fue una alabanza al Padre que el Señor hizo juntamente con Sus discípulos después de tener la mesa del Señor.
    Después de cantar, los llevó al monte de los Olivos para buscar el rostro del Padre—Jn. 17.
    Con base en estos versículos cantamos alabanzas al Padre al final de la mesa del Señor como nuestra adoración a El.
    Debemos tener un tiempo definido y una acción definida en la iglesia para adorar al Padre.
    Tenemos que creer que el mejor tiempo es inmediatamente después de recordar al Señor en Su mesa.
    El Padre busca verdaderos adoradores, los que lo adoren en espíritu y realidad—Jn. 4:23-24.
    Debemos adorar al Padre en Su habitación, Su morada, que es nuestro espíritu humano—Ef. 2:22.
    Nuestro Padre Dios es Espíritu, así que tenemos que ejercitar nuestro espíritu para tener contacto con El.
    Nuestro espíritu mezclado con el Espíritu divino es un espíritu de filiación en el cual clamamos: “Abba, Padre”—Ro. 8:15.
    El Espíritu da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, nuestro Padre—v. 16.
    Debemos adorar al Padre en realidad, lo cual es adorarlo por medio de Cristo como la realidad de todas las ofrendas—Lv. 1—6; He. 10:5-10 verdaderos adoradores, los que lo adoren en espíritu y realidad—Jn. 4:23-24.
    Debemos adorar al Padre en Su habitación, Su morada, que es nuestro espíritu humano—Ef. 2:22.
    Nuestro Padre Dios es Espíritu, así que tenemos que ejercitar nuestro espíritu para tener contacto con El.
    Nuestro espíritu mezclado con el Espíritu divino es un espíritu de filiación en el cual clamamos: “Abba, Padre”—Ro. 8:15.
    El Espíritu da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, nuestro Padre—v. 16.
    Debemos adorar al Padre en realidad, lo cual es adorarlo por medio de Cristo como la realidad de todas las ofrendas—Lv. 1—6; He. 10:5

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