Una deliciosa tarde cafeteamos Miguel Mauries y yo en el Café Cortao, después de haber desistido de pernoctar en el Il Fatto.
Con una plática muy intensa en cuanto al desmoronamiento y credibilidad de instituciones como el (IFE), rompimos el hielo y pude encontrar el talento de este personaje de la música contemporánea. De gran carisma e inteligencia. Compositor por excelencia, que ocupa ya un sitio importante en nuestro estado potosino.
Miguel nació en Hermosillo, Sonora. donde vivió su infancia “En el desierto con los pies en el mar”, dentro de una familia muy unida aunque sin una referencia musical heredada. Él se atreve a componer temas de amor desde los 16 años, quien los califica de muy malos porque comienza con una catarsis, “sale más barato componer una canción que ir al psicólogo” y esta motivación le permite lograr el gran descubrimiento de su juventud cuando por primera vez, le rompieron el corazón.
Por cuestiones del trabajo de su papá, cambiaron de residencia llegando toda la familia a la ciudad de San Luis Potosí.
Ya viviendo aquí tuvo la oportunidad de escuchar a autores como Silvio Rodríguez en el que encontró sonidos diferentes que no conocía en Sonora debido a las variables estructuras de vida.
En 1995 Comenzó cantando temas de otros autores en un pequeño foro “Gala Teatro Café” ubicado detrás de la panadería La Tuna, enfocándose en la Trova, canción de autor que en algunos casos puede tener sus raíces en el folklore popular del lugar de donde es natural el artista. Un producto del talento personal que se originó como apoyo a las ideas de transformación social, esta actitud se mantuvo durante décadas y sigue siendo su principal fuente inspiradora aunque últimamente, ha adoptado un carácter más romántico con canciones dedicadas al amor.
El disco que hoy promueve la Revista Elite La Mirada Cómplice de Miguel Mauries se nombra así como referencia al amor de sus padres que en complicidad le dieron la vida a él.
Existen complicidades diferentes, con la familia, con los amigos, con los libros, con la música que escuchamos, la ciudad misma en donde se vivese convierte encómplice. No es lo mismo vivir en México DF que vivir en San Luis Potosí.
En esa complicidad él trata de descifrar los sucesos urbanos en su contexto y el gran ejemplo de amor que le han dado sus padres quienes se han implicado por casi 45 años.
Para Mauries el amor se manifiesta en todas partes.
Su estilo como compositor lo ha ído cambiando de Trova a Canción Contemporánea convirtiéndose en un relator de lo que esta sucediendo en su ciudad. Historias que se van hilando, las mismas que están ahí, para ser encontradas.
En cuantn a este disco se apoyó en Martín Martínez quien hizo los arreglos musicales y en José Antonio Parga quien produjo lo produjo. Pilares muy importantes para su conformación.
La presentación formal de su disco se realizará en el Museo Laberinto de las Ciencias y las Artes el día 26 de Julio a las 20:00 horas.
Hará un concierto con toda la banda quienes son cómplices del mismo disco.
Y a futuro elaboran su agenda donde continuará presentándose en el mayor número de foros dentro y fuera del estado. Querétaro, México, León.
Miguel se siente encantado de ser cobijado por los potosinos más queridos en el medio quien habla de Darío Parga también.
San Luis es una ciudad muy bonita y nos dice con honestidad que desde que llegó, hubo siempre alguien que le echara la mano, y nos subraya que nunca podrá decir que los potosinos son cerrados. “Aquí me he formado musicalmente” cosa que agradezco.
“Abrí los ojos la primera vez para encontrarme con las miradas de cuya complicidad nací:las de mis padres. Poco después aprendí a mirar entre números, formulas y letras. Mire por la ventana, mire bajo el agua, mire a los amigos, mire el desierto y mire la lluvia. Mire unos ojos que brillaban en la mirada de una mujer y en esta mirada descubrí mi propia fragilidad. Mire como cambiaban mis manos. Con lágrimas vi como se apagaron otras miradas. Mire el cambio de siglo y mire que mi propia mirada cambiaba. Hoy la mirada en el espejo sigue cambiando, cómplices del tiempo y de otras miradas.”
La primera sensación al escuchar esta docena de canciones compuestas por Miguel Mauries interpretadas por él y amigos compañeros de la música, fue la de sentir una gran bocanada de aire fresco, de emociones a flor de piel, de ensoñaciones transparentes de paisajes inocentes, estimulantes, de reconciliación con lo mas genuino de la existencia, con lo más esencial de la naturaleza humana. Y algo muy de agradecer, es la absoluta ausencia de pretenciosidad, no hay ningún ánimo de transgresión ni de empatar a nadie.
Son canciones sencillas, con una muy agradecible honestidad. Sorprenden sus escenografías coloristas de una amable exuberancia con relatos de sentimientos que se desnudan entre faunas, floras y mineralogía casi “modernistas”, por su generoso exotismo. hay referencias urbanas pero la ciudad no agrede, mas bien es representación de los estados de animo cambiantes.
Todas kas canciones son distintas y en ese sentido me siento incapaz de subrayar alguna. En todo caso “y no al revés” en donde Mauries plantea un cierto juego conceptual que me es afin y “miradas cómplices” por el mismo motivo. También me ha sorprendido muy gratamente la muy elegante naturalidad con la que Mauries salta de un concepto musical a otro, sin solución de continuidad. En ese sentido, el eclecticismo estilístico es muy amplio: hay “homenajes” al bolero, a la bossa, al son cubano, al jazz, a la música clásica contemporánea, con esa preciosa instrumentación de cuerdas con texturas atmosféricas, tan contemporáneas, de “el encuetro y el reencuentro”.
Y no puedo dejar de mencionar a los diversos invitados que han colaborado en el disco. Cada uno ha aportado su propia personalidad al interpretar las caniones de Mauries. Ahí están esas valiosisimas voces de: Dario Parga, Olga Roman, David Haro, Enrique Ocaña, Rafael Mendoza, Jose Antonio Parga y Yahir Duran así, por el propio Miguel Mauries.
En fin, quisiera dar la enhorabuena a todos los que han participado en la elaboracion de “la mirada complice” por haber logrado un exelente trabajo, en todos los sentidos.