Mi tía Tila.
“Ya todo tan caro, el niño enfermo,
papá enojado, mamá llorando
…ay Jesús cuantos cuidados”.
Andrea Saldaña.
Cada noche, en mi niñez, mi Tía Tila nos contaba historias, unas reales y otras que inventaba. En las noches de lluvia, sus relatos eran sobre espantos, niños embrujados y hasta los remedios que se recomendaban para esos casos. Me pregunto si serían reminiscencias de la tradición oral de nuestros ancestros.
Cerritos, el pueblo en que vivíamos, estuvo habitado por tribus nómadas de chichimecas, huastecos y pames hasta el siglo XVI, cuando los españoles llegaron a la región. Entre las anécdotas que le gustaba describir, recuerdo las bodas canceladas de dos de sus amigas. Ella siempre ensalzaba la decisión que habían tomado. Este atrevimiento era poco usual en sus tiempos. Sobre todo porque lo hicieron al darse cuenta del carácter violento en sus futuros esposos. Por supuesto, no dejó de mencionar los bailes donde veía a Don Porfirio Díaz. Los vestidos y peinados que ella usaba en esos eventos era algo que la llenaba de orgullo y de nostalgia. Aunque… siempre evitó mencionar quien era su pareja.
Los personajes de sus historias y anécdotas incluían a cerritenses como Enrique Almazán Nieto, que fue maestro y poeta. También hablaba de Marcos Vives Mojica, quien tomó las armas contra los invasores franceses. El se dedicó a la docencia y a la política. Por cierto, la Escuela Primaria donde estudié lleva su nombre. Mi tía se estremecía cuando hablaba de los hermanos Adalberto y Alejandrino de Ávila Rangel. Ambos, nos decía, fueron militares que ascendieron a General Brigadier en las filas del villismo. Sabía todo acerca de los combates en que participaron. Con un tono de alivio en su voz nos confió que en el pueblo hubo solo un combate y algunas acciones menores durante la guerra de México contra los franceses. En ellas, agregaba con tristeza y nostalgia, habían muerto varios de sus conocidos. Desde que supe esto, las calles, las casas, las milpas, las rocas del Cerro de las Peñas, el templo inconcluso del Cerro de la Cruz, la presidencia municipal, el camino a la estación del tren o al panteón, nunca fueron los mismos de antes.
Se ufanaba al mencionar a personajes de la política como Rafael Nieto Compeán, Diputado en varias ocasiones, Gobernador del Estado de San Luís Potosí y Embajador de México en Europa.
Al Dr. Jesús Noyola Cepeda, quien además de dedicarse a la medicina llegó a ser Rector de la Universidad de San Luís Potosí, Diputado Federal y Senador de la República. A Carlota Galván Guerrero, profesora que sobresalió en la música y fue fundadora de algunas estudiantinas. Para ella expresaba mayor admiración, reconocía el doble trabajo que le habría costado sobresalir. En aquellos años, era más difícil ser mujer en el mundo laboral. Mencionó también a Rodolfo Coronado y a Paulino Martínez. Ambos, nos decía, fueron dedicados escritores y periodistas. Guardaba reportajes del periódico “La Voz de Juárez”, manuscritos y varios versos. A ella le gustaba leernos, en especial yo disfrutaba de la poesía. Recuerdo una frase que usaba de manera juguetona, señalaba cada dedo al mencionar cada tema “Ya todo tan caro, el niño enfermo, papá enojado, mamá llorando …ay Jesús cuantos cuidados”.
Depositó su fe en el catolicismo, eran frecuentes sus reflexiones sobre la Biblia, siempre me leía versículos haciendo énfasis en los que parecían estar en contradicción y me repetía “te recomiendo leerla diario y despacio, además de disfrutarla como ahora lo haces, estarás preparada, para que no te confundan o manipulen”. Cuando fui al catecismo a fin de prepararme para mi Primera Comunión las monjas se quejaron de que las interrumpía con muchas preguntas, les cuestionaba sus métodos y la monotonía de su método de enseñanza.
El sacerdote mandó llamar a mi madre, pero acudió mi tía Tila. El le aconsejó que debería de enseñarme respeto, obediencia, docilidad, frenar mi atrevimiento, pues era algo que en las mujeres, era mal visto. Ella sacó su Biblia y leyó: “Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, se apareció primeramente a María Magdalena… Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con él…” (Marcos 16, 9-10) Le preguntó,¿ hizo mal María Magdalena padre? ¿su atrevimiento fue mal visto? El padre esbozó una sonrisa y dándome una cariñosa palmada en la espalda me dijo: tu tía Tila es tu maestra, no necesitas venir al catecismo, en ningún lado encontrarás una mejor.
Mi tía me hizo aprenderme un versículo muy apropiado, es una reflexión para las personas que insisten en prácticas de discriminación hacia las mujeres “No hay diferencia entre hombre y mujer, esclavo y libre, personas de distinto origen” «Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.» (Gálatas 3, 28).
Todos los personajes aparecían entre el humo que mi tía exhalaba sin soltar su cigarro. Sus ojos verdes, de profunda nostalgia, parecían animarse entonces, también cuando me regañaba, pero no sólo a mí, también lo hacía con mis hermanos, mi madre y a mis tíos. Pero a mí, siempre me protegía.
Hablaba poco de ella. Al parecer su padre dejó una buena herencia en partes iguales a ella y a sus dos hermanos. Ella fue quien la supo cuidar y administrar mejor. Supe que no se casó por ayudar a mi abuelo (su primo hermano?) a cuidar a sus 8 hijos cuando quedaron huérfanos (mi madre y siete hermanos más). Cuando todos hicieron su vida, mi tía siguió fumando, pero dejó de contar historias.
Sus ojos se opacaron, sabíamos que veía, pero no lo demostraba mucho. Sus pupilas estaban tercamente clavadas al piso, parecían fijas dentro de si misma, como buscando algo en su interior. Algo que a fuerza de guardarlo se le quedó atorado en el olvido. Cualquier actividad le molestaba, incluso para su higiene y su cuidado. Solo la muerte hizo que lo dejara (el cigarro). Tuve la fortuna de oír sus últimas palabras, muy quedo, como un murmullo «El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna…(Juan 5, 24-25). Creo que allá en la otra vida, ha de estar compartiendo sus historias, no me la imagino haciendo nada mejor.
Fuente: Saldaña Andrea. Amores y otros cuentos de genero…sidad. Editorial Palibrio.