Los Miguelitos al Santuario del Desierto

Santuario del Desierto 

Para el 12 de Febrero de 1978, algunos vecinos del Barrio de San Miguelito: Los “hermanitos” Gabriel Tovar, Evaristo Rodríguez y Doña Francisca Dávalos; nos organizamos con el mayordomo y celador mayor Juan García, para ir a una peregrinación al Santo Desierto. Acordamos que el segundo domingo de cada dos meses, llamaríamos con un cohetón a quienes quisieran acompañarnos. Nos juntamos a las 7 de la mañana, en la esquina de Coronel Romero y Zenón Fernández, para acomodarnos en la camioneta y llegar al jardín de Morales, frente a la iglesia, de ahí cruzamos a campo traviesa hacia el desierto.

Antes la travesía se hacía rumbo de las milpas y había que rodearle al monte, almorzabamos en Los Alamos, llevábamos nuestro itacate, en una “saca” o bolsa de ixtle, ya fueran tortas o tacos, refresco, pan, café…

Una vez quisimos cruzar el vado de la Presa de San José guiados por doña Francisca y nos perdimos. Habían pasado dos horas de caminar en círculos, cuando divisamos la iglesia y cambiamos el rumbo. Mas antes llovía mucho y como el río estaba crecido, el hermano Román Ortiz ayudaba a las hermanitas con sus hijos: “Cogía desprevenidas a las criaturas y me las echaba al pescuezo, cuando acodaban ya estaban del otro lado”. Como ellas caminaban con niños en hombros eran a quienes les salían más ampollas.

En una ocasión, al camión del güero Rodolfo se le quemaron unos alambres y empezó a echar humo; todos nos brincamos por las ventanas y como las mujeres son muy delicadas, a dos de las hermanas se les quebraron los pies y fueron a dar al Hospital Central.

El padre José Luis Castillo, que recibía a los peregrinos en el Saucito, empezó a recibir, acá “las entradas” del Santo Desierto. Una vez a la hora de la misa en “la entrada” de Noviembre, una niña salió a tomar agua y se cayó del brocal al pozo, la rescató Martín Hernández Espericueta, albañil que andaba arreglando la pasadita allá en el rancho de La Cruz.

Don Leobardo Eufrasio Sustáita, quien en un tiempo fue el cohetero, dice : -“Pos no me acuerdo del nombre de la niña, yo oí solo el rumor; es que estaba a mero adelante, la verdad picao con el rezo”.

Llevábamos de ofrenda: trapeadores, escobas, sobre todo entraba harta veladora. De repente le llevábamos comidita al padre, que al terminar la misa compartíamos al estilo:

“Yo traje esto, yo traje lo otro” Luego buscábamos tierrita para limpiar los trastes, y no perdíamos tiempo, tanto hombres como mujeres para subirnos al zapote y hacer nuestra cosecha. Casi no más en diciembre llevábamos a la banda de los Miguelitos que conseguía Juan García y si no pos la tambora, luego le tocó a don Lupe Tovar contrarlos.

Había en el camino antiguo una parte muy lisa y de bajada donde un niño se rodó varios metros pa´ abajo, nosotros mismos lo curamos y ese fue el motivo que nos cooperamos para comprar un botiquín de primeros auxilios; como nunca lo usamos, terminamos usándolo en la casa.

El 31 de Mayo, llevábamos para la coronación de la Virgen, muchas flores, se limpiaba el relicario y se retocaban a los santitos que no tenían sus deditos, “así ya estaban contentos.”

No faltaban los cantos:

Para la llegada, “Ya las puertas de la gloria, ya las vamos divisando, ya Nuestro Padre Jesús, las gracias le vamos dando.”

Para la coronación: “Ya vino Jesús divino de la patria de los cielos, y a ver la coronación de la reina de los cielos.”

Entre misterio y misterio: “El ángel le anuncia ser madre de Dios y ella se encarna en nuestro redentor. Ave ave, Ave María.”

Los muchachos y muchachas, iban siempre adelante, pero si alguno traía grabadora o audífonos, don “Cayito” Leocadio Gómez, les decía que lo apagaran, hasta eso, siempre obedecían: “¡Fórmense todos, esas niñas, que contesten el rezo!”

El padre Marcelino Escobedo de El Saucito, era muy buena gente con nosotros, siempre dijo: “aunque vayan 2 o 3 personas yo les oficio la misa”. Pero ahora vamos cerca de 500 peregrinos, salimos a las 7 de la mañana para llegar a las 8, atravesando por el camino viejo del desierto, todo derecho. Rezamos el rosario con “sus tres partes“: los misterios dolorosos, los misterios gloriosos y los misterios gozosos.

El 7 de Junio de 1981 tuvimos la gran dicha de saludar y contar entre nosotros al Sr. Obispo Esequiel Perea y Sánchez, quien concelebró la misa con el Pbro. Moises Lino y tambien “bendició” el renovado camino. Gracias al Sr. Alfonso Díaz de Sandi que metió una maquinaria y que los mayordomos y celadores nos quedamos ayudando a aventar las piedras mas grandes a un lao del camino, es que estuvo listo para la celebración.

Para 1986, un grupo de jóvenes PHI (Promoción Humana Integral), hacía su retiro de La Pascua Viva, en la Santa Casa, en donde había unas murales pintados con “las aparencias” del meritito infierno, cuya rúbrica era de Enrique Rivas; en este grupo participaba junto con Miguel Tost y Cristina Sarraf, el homónimo del pintor, “de nombre Enrique Rivas, ¡claro!”; pero ya las borraron; y como ya quitaron los retablos todo eso se acabó. Gracias a este grupo, el papá de las muchachas Alicia y Vero Sánchez Pérez, que era el dueño del Potogas, mandó colocar toda la instalación de gas tantoen la cocina de los cuidadores,como en la del comedorpararetiros. Se cambiaron las letrinas y se arregló el servicio con taza.

También el maestro Felipe Leija, guadalupano de corazón, invitaba a los chavos de 2º. de secundaria, a caminar muy tempranito, desde Morales al Desierto; como parte de la tradición mariana del colegio marista, el Instituto Potosino. Saliendo de misa se echaban unas gorditas de “máis quebrado”. Sentados en una piedra les gustaba vernos pasar en nuestra tradicional peregrinación del 12 de diciembre. Entre los alumnos se reconocían Marco R. Muller, Juan Carlos Motilla, Manuel Salaices, entre otros.

Ya luego en 1991 el mayordomo mayor hacía boletos para controlar a la gente, el pasaje llegó a costar $ 500.00 de los pesos “de endenantes”. El güero nos recogía en San Miguelito, “pos” ya era peligroso cruzar a pie la ciudad con tanto tráfico.

El 2 de Julio de 1992, llegó a organizarnos el mayordomo y celador Mayor don Lupe Tovar, nos pusimos muy contentos, pues lo hizo muy bien, por casí 3 años, no dejamos de ir.

Teníamos juntas mensuales para organizar a la gente y nos cooperábamos con dinero para comprar los cohetones que don Román Ortiz conseguía en la calle de Alhóndiga No. 38, con la señorita Conchita Estrada en “El Águila”. Un tiempo después entregamos al capellán, por conducto de don Lupe Tovar, unos $5,000.00 para los trabajos de La Iglesia.

Todo esto se sigue haciendo por devoción, ya que alguno tiene que cumplir una manda ó una promesa, otros vamos por gusto y hasta van por curiosidad que se convierte también en devoción, porque nos gusta la organización.

Desde 1987, la hermana Teresa Segura, que luego la hicimos caladora, cargó con el estandarte por cumplir una promesa, lo mismo para el 2002 al 2004 la peregrina hermana doña Cira Aguilar y la hermana Socorro Gaytán, lo hacían también por cumplir.

Empezando el año del 93, a los encargados del sitio, don Ciro y doña Ramona, les dieron un susto, cuando les robaron a La Virgencita, que duró tiempo “fueras”. Dicen que fue pa´ México y que llegó hasta Reynosa, pero al año regresó. El capellán Salvador Guillén, como por julio mandó hacer un cuadro contra robo, a la casa de los trabajodores Guadalupanos, por la calle de Negrete, hoy ya son 3 cuadros más que andan por ahí de visita: Uno por las rancherías, otro por las fábricas y el tercero por las colonias. El principal lo llevó a bendecir a Roma y los otros tres los trajo de allá.

En tiempo del gobernador Fernando Silva Nieto se terminó media carretera de asfalto. El Padre don Luis Morales Reyes nos acompañó dos veces (2001 y 2002), salimos caminando, desde Tequis, él llevaba su rosario y dirigía la oración, le preguntábamos: “padre: ¿No se sube pa´arriba de la camioneta? ” eso para que no pasara el río con sus “teniitos” y se fuera a mojar. Nunca quiso hacerlo, seguía “ahí en la bola” como un peregrino más. Para el 2004 ya no nos acompañó y todos preguntamos porque ya no podía hacerlo; el motivo fue que ya estaba trabajando mucho en catedral.

“Más antes era re-bonito nos poníamos del lado izquierdo los hombres y del derecho las mujeres. Ahora los hermanitos que llevan a su señora, no la quieren dejar, no le eche ojitos otro”.

 

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