El 16 de Diciembre del 2011 comenzamos celebrando la primera posada en el Museo del Virreinato, el cual es dirigido por Conchita Nava, quien organizó un concurso familiar de nacimientos tradicionales, premiando a los cuatro primeros lugares.
Marcela Siller, dio una “platiquita” como ella dice, acerca de los nacimientos y las “posadas cacahuateras”. Una tradición que con el tiempo y la modernidad, se ha ido modificando.
De tan amena platiquita, nos remontamos a tiempos pasados tan agradables cuando festejábamos las posadas con los vecinos, desde el 16 hasta el 24. Nuestros padres se comprometían a llevar la piñata, una vez durante el novenario.
Y así interactuamos con Marcela, recordando nuestras experiencias infantiles:
Con una velita de cera de colores que al prenderla quemaba nuestras manos, y luces de vengala….¡Ooooossssssss pido posaaada! cantábamos a una voz.
Al entrar ¡el olor a ponche! y en un ambiente calientito se mostraba nuestra primera escenografía: El Nacimiento, todo un pueblo con personajes en miniatura de barro al estilo artesanal mexicano: María, José y los tres magos, el ángel, el pastor con sus ovejas, el diablo, el gallo, el buey, el asno, sin olvidar el pozo con la samaritana y el río por donde corría el agua de vida y que según la religión tradicional, al entonar cantos y rezos venerábamos al Mesías que habría de venir. El niño Jesús.
No faltaba el niño travieso que con la vela quemaba las puntas de mi trenza en su desesperación por el laaaaargo rosario que se recitaba. Al terminar… nos formábamos para romper la piñata. El momento esperado ha llegado en el que chiquillos intrépidos se tiraban a recoger “las gracias” (Tejocotes, cacahuates, limas, naranjas, jícamas, mandarinas y cañas), eran el relleno de nuestra piñata, en forma de estrella de siete picos que combatían contra los siete pecados: La ira, gula, soberbia, lujuria, envidia, avaricia y la pereza.
Al final niños y niñas, salíamos bien formados para recibir nuestra canastita surtida de colación y, a esperar la siguiente posada, nueve en total. A mi siempre me tocaba llevar una piñata cada año y así, a cada niño vecino, otros, llevaban parte de la fruta. Como recuerdo esos días tan disfrutabas en el que compartimos y convivimos en casa de Manguis y Manuelita.
Y así, remontándonos a esos días, ayer en el Museo del Virreinato, los adultos pudimos trasladarnos gustosamente al pasado para compartir con niños y jóvenes estas maravillosas vivencias, unidas a la creatividad del papel maché, el engrudo y la diamantina.