Coro de altas espadas libertarias,
Mar de humanas espigas redentoras
Emergiendo del tiempo en una llamarada;
De abundantes semillas y doradas canciones,
Son los coros que cantan a la libertad.
Por General Brig. Gabriel Cruz González
5/XI/95.- Nuevamente hacemos un paréntesis en nuestra historia del café, en virtud de que los acompañantes de la mesa, empezaron a verter diferentes conceptos, sobre uno de los grandes valores de la humanidad. “la libertad”. Entre los que se expresaban con más vehemencia como siempre, los licenciados Álvarez Mosqueda y Vicente Núñez; Guillermo González Escamilla, el profesor Rafael Aguirre, siempre cauto en sus pensamientos, “lobito” y el agudo Manuel Torres, haciendo el resumen de lo expresado, que a continuación expongo:
Un hombre sin imaginación sería un ente que no habría sobrepasado las condiciones de animalidad. Pero la imaginación quiere libertad, existencia de una esfera en la que no puede alcanzarnos ninguna tiranía, ni de las cosas, ni de los hombres, realización libertadora en el mundo maravilloso de la fantasía.
Por eso la libertad es la esencia del hombre, nadie ha logrado ni logrará nunca impedir la libertad de pensar. Los tiranos y los dogmáticos han pretendido siempre castrar el pensamiento; se han dado cuenta de esa peligrosa facultad humana y de la tendencia que hay en todo hombre de transformar sus sueños en realidades. Por eso han pretendido que el hombre tenga pavor de pensar y hasta han intentado coaccionarlo dentro de él mismo, utilizando su misma libertad para convertirlo en siervo, han inventado la propaganda, ese medio sutil de esclavizarnos con nuestras propias ideas, haciéndonos creer que obramos libremente cuando en realidad estamos sometidos a los brillantes efectos de las palabras o de las imágenes.
No es posible convertir a un hombre en una bestia, no es posible privarlo totalmente de su libertad. Los muros más espesos de las prisiones, las cadenas más pesadas, los tormentos más insufribles, no podrán hacer que el hombre no imagine, un mundo mejor. El prisionero encerrado en su celda no podrá dejar de pensar en la buena tierra que fecunda la lluvia, en los árboles que mece el viento y en su mirada que se pierde en la amplitud del cielo.
“Pero junto con la libertad el hombre tiene el don inapreciable de la audacia. Cada uno de nosotros en un descubridor del futuro; no sabe lo que le espera, pero tiene fe en si mismo y en la posibilidad de realizar y de transformar el mundo, siente en sí el poder creador, sabe que sus ideas pueden transformarse en actos y confía en que no habrá nada tan arcano que no pueda ser investigado ni nada tan sagrado que no pueda ser discutido.
Libertad y audacia. Estas son las características del hombre. Las que le han permitido dominar a las fuerzas naturales; las que quizás le permitan, en el futuro, conquistarse así mismo, quemando los últimos resquicios de su animalidad en la hoguera de sus propios ideales.
Son estas dos cualidades especialmente humanas, las que más temen las fuerzas oscuras y pesadas que oponen y se han opuesto siempre a la ascensión del hombre: tabúes, órdenes y pecados; el desastre mágico, la cárcel o el infierno se han agitado como negras banderas, ante los ojos del hombre que pretende dar paso hacia adelante, ante el audaz que es capaz de soñar con un mundo nuevo.
Los buitres desgarrarán siempre las entrañas de Prometeo que pretenda para los hombres robar el fuego de los dioses en el tallo de una cañaheja que les dé más calor y luz. Los paraísos no serán para quien pretenda conocer la diferencia entre el bien y el mal; la lucha del hombre contra las fuerzas retrogradas se anuncia con la aparición misma del hombre y no concluirá sino cuando la tierra se vuelva incapaz de sostener sus plantas.
Pero en esta lucha está empeñada nuestra esencia; para eso estamos aquí; no para vivir recostados en una conformidad cobarde, sino para llenar –como dijo el poeta- cada minuto con sesenta segundos del combate entre la luz y las tinieblas.
Estos conceptos me obligan a hacer el siguiente comentario:
Que belleza, que verdad y que profundidad, hay en tales conceptos, la libertad es innata en el individuo. Es única, personal. Las otras libertades son externas, circunstanciales y transitorias; dádivas que una comunidad otorga: libertad de pensar, libertad de tránsito, libertad de reunión, libertad de prensa. ¡Los derechos naturales…!
Pero el hombre ha de cultivarse y de realizarse por sí mismo. Alcanzar una ética altísima por convicción, no por moral coja, por imposición y temor, mantener su verticalidad ideológica y enorgullecer su honradez. Cumplir integralmente, en forma positiva, con el mando de Píndaro:
“Se el que eres”…
La enseñanza filosófica del maestro Caso, recoge el griego pensar “conócete a ti mismo”. Y el hombre solo, en la libertad y en la justicia, puede alcanzar plenitud y calidez.
Libertad grito que se hizo canto de florida esperanza,
Hombres los ríos largos de la pródiga sangre:
El destino era de hombre,
El destino era de libertad…!
(Sinuhé)