Intento recordar cómo nos conocimos, porque el dónde ya lo he encontrado entre estas y aquellas cuatro paredes universitarias. Y me pregunto cuándo fue aquel primer diálogo donde dialogan tan solo algunas palabras, y si cruzamos miradas en algún instante sin decir que nos mirábamos, y si nuestros cuerpos se reconocían como cuerpos con vida, y si nos sonreímos para decirnos hola o chau sin decirlo y por más esfuerzo que hago en mi recuerdo, discúlpenme pero no logro recordarlos, no llego a recordar sus rostros, ni a imaginar sus cuerpos, ni ver sus sombras, y por más que intento situar mi corazón en alguno de esos momentos no siento ni los ecos de lo que sentíamos.
Solo recuerdo emociones sin cuerpos, recuerdo aquel año 2013, nuestra primera cita con lo inesperado, el Trabajo Social, aquella vez todos y todas las emociones asistían, a su estilo elegante sport o elegancia sin sport. Y en camino a la cita sucedió por ahí, las intrigas se perdieron por el desconocimiento, las tranquilidades llegaban tarde para no ser los primeros intranquilos, las ansias llegaban puntuales o antes de tiempo porque le angustiaba la coincidencia entre el deseo y lo deseado y algunos miedos no asistieron, quizás por el riesgo o la imaginación del riesgo de una cita sin ser citados, cada una de las emociones a su modo y a su forma se emocionaban con su cita. Mientras tanto las emociones entre ellas casi nada y casi todo se emocionaban sin expresarlo.
Y el tiempo pasaba y nosotros con el tiempo, los días comenzaban a ser testigo del transcurso de la historia, de las horas, las horas relajaban a los minutos no para controlarlos como tiempo, sino para disfrutarlos como momentos y los minutos comenzaban a transcurrir como segundos, segundos con vida que se enamoraban minuto a minuto de la vida.
De pronto llego un tercer año, él ya no tan solo como universitario, sino también como aventurero y testigo del primero y segundo, él como cómplice de la complicidad y complicidad de los rostros, de los rostros con historia y memoria, la miradas se miraban con complicidad y confianza, los cuerpos se respiraban y los alientos les fascinaban, las palabras construían una avenida de diálogos, los pies caminaban sin camino porque construían sus destinos, el corazón no sentía por sí solo, sentía por un todo y la vida misma era tuya, mía, la de él, la de ella, la de un nosotros, la de un nosotros por vivir y vivir nosotros en un todo.
Hoy celebro por la historia del hoy, celebro de alegría y nostalgia por sus singularidades, su singularidad de ser asombro a mi vida y de asombrarle a la vida, por sus palabras sentidas que le causen llantos en las miradas y provoca lágrimas de amor y ternura, por su singularidad de ser oídos de las voces sin distinción de tono y color, porque te escuchan y te hablan al corazón sencillamente desde el corazón, por sus sonrisas, por ser el detalle de la felicidad y la felicidad por ser motivo de fiesta y porque en la oscuridad sus ojos brillan sonriéndole a la vida nomás, por su cualidad de una voluntad de vida con historia y memoria cultural que presiona desde el alma en este mundito hermoso y otras veces distraído, y para terminar pero nunca claudicar, por la singularidad de cuidarnos, sin temor a perderlo todo, porque en ese todo está la nada, la nada misma de serlo todo.
Gracias por ser testigos de nuestras historias, la complicidad de nuestros delitos, las carcajadas de nuestras risas, las espontaneidad de nuestras sonrisas, el corazón de nuestras palabras, el calor de nuestras miradas, y el amor de nuestros días.