En las campañas políticas rumbo a los procesos electorales de 2018
Por LCC Joel Márquez
Desde el punto de vista normativo, el sistema de medios de comunicación cumple una función socialmente relevante al poner en contacto a los políticos con los ciudadanos; en particular durante las elecciones, los medios se encargan de transmitir a los votantes las plataformas programáticas de los candidatos, de manera que se les facilite tomar una decisión razonada y consciente sobre por quién votar. Los periodistas actuarían -bajo estos supuestos- como mediadores del mensaje político, que preservaría elementos significativos de sustancia política en términos de problemáticas públicas, deliberación y propuestas de solución.
No obstante, en los últimos lustros la literatura científica reporta un cambio en esa función periodística, en virtud de la cual dicha mediación se decanta por una interpretación abierta de los discursos y acciones políticos, así como por la indagación de los aspectos no formales -más bien privados- de los actores. Cuando este quiebre se vincula con la pretensión comercial de los medios de maximizar sus mercados atendiendo a audiencias despolitizadas, producen una cobertura excitante o entretenida en la cual la sustancia de la política cede a la proliferación de conflictos, escándalos o a un tratamiento deportivo de la competencia electoral. Tal cobertura se ha sintetizado en el concepto teórico de infoentretenimiento político, definido como la producción de contenidos noticiosos con componentes de entretenimiento; este fenómeno se ha convertido en foco de crítica de ciertos estudiosos, puesto que la manera como se cubren las elecciones y se enfatizan sus aspectos triviales en detrimento de la sustancia política es un asunto delicado, tanto desde el punto de vista normativo -por la calidad informativa que los ciudadanos necesitan para votar de manera razonada y que los medios, supuestamente comprometidos a entregar, no suministran (McQuail, 2001; Christians et al., 2009)- como desde una perspectiva empírica -por la capacidad probada de estos contenidos para alienar a los ciudadanos de los actores formales y los procesos políticos mismos, así como para despolitizarlos (Patterson, 1993; Capella y Jamieson, 1997)-.
El caso de México es pertinente respecto de dicha problemática y es al que nos abocaremos en el presente trabajo. A pesar de la carencia de investigación específica acerca del fenómeno en este país, existe evidencia acerca de las condiciones históricas y estructurales de la progresiva mercantilización de la prensa mexicana, que desde 1993 presenta rasgos de una lógica comercial proclive a tratamientos de este tipo: criterio mercantil y no profesional en decisiones editoriales; diversificación de productos e integración en conglomerados, rasgos ambos que pudieran anteceder a un desempeño de cobertura electoral enfocado -de acuerdo con la investigación empírica disponible- a los vericuetos del proceso electoral, sus acontecimientos espectaculares -escándalos, conflictos- o a un encuadramiento de tipo estratégico centrado en las tácticas que los actores emplean para ganar la elección, otorgándole una visibilidad desigual e incluso minoritaria a los temas de política pública, y de programa e ideología partidistas (Cantú, 2013; Lozano, 2001, 2004 y 2005; Martínez, 2013; Muñiz, 2015).
El presente trabajo prolonga esfuerzos previos (Echeverría y Millet, 2013; Echeverría y Meyer, 2015) dedicados a explorar y describir hasta qué punto dicha tendencia está presente en la prensa actual, tomando como escenario de estudio la cobertura de las elecciones legislativas mexicanas, proceso que por su menor nivel de personalización y jerarquía en comparación con las presidenciales concitan a su vez menos atención pública y periodística, aunque ello no las hace irrelevantes para evaluar el desempeño de la prensa respecto del campo político. El trabajo desarrolla una perspectiva teórica sobre el infoentretenimiento aplicado al periodismo político, y en específico a la cobertura de las elecciones, que implica una operacionalización capaz de poner de manifiesto las expresiones concretas de dicho fenómeno, utilizando el recurso teórico de los encuadres.
Los resultados descriptivos de la medición de encuadres presentes en un corpus de 174 notas recogidas en este ejercicio, provenientes de cinco rotativos de circulación nacional, se acompañan de diversos cruces que profundizan en el comportamiento de los mismos y que permiten constatar si éstos se presentan de manera más o menos homogénea respecto de los rotativos en los que se manifiestan, los actores de los que se habla y el tiempo de cobertura, o se trata, por el contrario, de un fenómeno selectivo que sucede en relación con determinadas etapas, actores y periódicos relacionados con la cobertura electoral.
El infoentretenimiento en la cobertura de la política. Perspectiva teórica
La cobertura periodística de la política se enmarca en el contexto de la progresiva disminución de contenido formal, sobrio y extenso en los medios informativos y en una creciente penetración de nuevos temas, formatos y estilos con los que se abordan acontecimientos de este tipo, más orientados a la informalidad, emotividad y brevedad; ambos dominios se manifiestan en ocasiones de manera entrelazada e indistinguible. A falta de un término más preciso, dicho fenómeno se ha conceptualizado como infoentretenimiento en la literatura internacional.
El infoentretenimiento se empieza a observar a principios de la década de 1990, fundamentalmente en televisión. Durante la campaña estadounidense de 1992, los candidatos presidenciales se colocaron en espacios de entretenimiento ligero, una práctica hasta entonces inédita; a partir de ahí la tendencia se ha desarrollado a través de determinados formatos tradicionalmente asociados con el entretenimiento, pero que abordan desde hace algunos años diversos aspectos de la esfera política: los programas de entrevista, concursos, talk shows, reality shows, programas de parodia política e incluso géneros de ficción -series, telenovelas- son protagonizados por líderes políticos o bien plantean acontecimientos políticos actuales (Berrocal, Redondo y Campos 2012). Desde luego el periodismo televisivo también ha venido reproduciendo patrones de cobertura orientados a lo visivo, trágico o espectacular.
Esta tendencia no se confina a la televisión solamente; su éxito, en combinación con una corriente progresiva de comercialismo en la industria de los medios informativos en general (Picard, 2004; Hamilton, 2006), incentivó a mediados de los noventa el trasvase de la gramática y estilo visual, emotivo y de alto impacto a la prensa y, consecuentemente, a diversas formas de comunicación mediática, tales como los blogs o las páginas web (Dader, 1998).
Para efectos de este trabajo, y ante una definición aún muy abarcadora de infoentretenimiento en la literatura -puesto que involucra diversos temas, estilos y formatos en una multiplicidad de canales de comunicación pública-, definimos su especificidad en relación con el periodismo político esclareciendo los aspectos asociados al fenómeno, tanto en los niveles macro -particularmente de naturaleza económica- como micro, al interior de los mensajes periodísticos, mismos que serán de utilidad para arribar a una conceptualización razonada.
Por lo que se refiere a la dimensión macro del fenómeno, es patente la propensión de las empresas periodísticas a abarcar mercados de audiencias más amplios que su habitual público de élite, ya predispuesto al consumo de información política. En función de ello, se abocan por un lado a elaborar mensajes que persiguen de manera primordial el objetivo de capturar, cautivar y retener la atención del público mediante un énfasis en los aspectos estilísticos, atrayentes y emotivos de los mensajes; ello es funcional a los intereses mercantiles de los medios en tanto que la atención es el bien primordial (y escaso) que los medios venden a sus anunciantes (McQuail, 2001). Por otro lado, efectúan lo que Gans llama una “popularización” de la información periodística; esto es, “la adaptación de un producto cultural inicialmente creado para una cultura de alto gusto [en este caso la prensa de referencia con información política sustanciosa] al consumo y uso de una cultura correspondiente a una audiencia de menor estatus que la original” (Gans, 2009: 19). Dicha adaptación suele involucrar fundamentalmente una operación de simplificación de contenidos, a la cual siguen otras alteraciones estilísticas tales como el reemplazo del lenguaje técnico por el coloquial, o de imágenes y formas abstractas con imágenes naturales o populares. Así, los medios informativos -otrora dirigidos a audiencias de alto nivel cultural- popularizan las noticias, incluidas las políticas, admitiendo códigos de la cultura popular que son por lo común cercanas al entretenimiento.
En su nivel micro, relativo a las características de los mensajes, este fenómeno se puede comprender como la elaboración de noticias políticas bajo una lógica mediática, una gramática “evocativa, encapsulada, altamente temática, familiar con las audiencias y fácil de usar” (Altheide, 2004: 294), que prescribe la estructuración de mensajes con un lenguaje y ritmo fragmentarios, simplificados y efectistas para comunicarse con las audiencias. Dicha gramática establece a su vez “los códigos [que los periodistas utilizan] para definir, seleccionar, organizar, presentar y reconocer información” (Altheide, 2004: 294), de manera que estructura casi por completo el proceso de producción noticiosa. Cabe señalar que la lógica mediática se desarrolla y expande a partir del advenimiento y penetración masiva de la televisión, cuyo lenguaje normaliza socialmente la gramática de la publicidad y del entretenimiento, colonizando diversas instituciones públicas, que van desde las escolares y las eclesiásticas, hasta las periodísticas y políticas.
Podemos condensar lo dicho hasta aquí conceptualizando al infoentretenimiento político como una operación de énfasis -en las noticias de este campo- de elementos formales, estilísticos o temáticos capaces de hacer más accesibles y atrayentes los contenidos políticos a audiencias en principio no interesadas o familiarizadas con ellos; dicho énfasis emplea un conjunto de códigos simplificadores, fragmentadores y efectistas que, en la base del proceso de producción mediática, definen, seleccionan, organizan y presentan noticias susceptibles de entretener, la principal estrategia para captar y mantener la atención de las audiencias.
Salvado -al menos provisionalmente- el problema de la conceptualización, queda pendiente la tarea de establecer cómo se manifiestan empíricamente estos tratamientos en el periodismo político. Para ello cabe auxiliarse del recurso teórico metodológico del encuadre o frame, que ha cobrado relevancia en el vocabulario de los estudios del periodismo en tanto que permite identificar los componentes lingüístico-cognitivos, así como los significados subyacentes, que residen en los contenidos informativos, incluidos los que comprenden la cobertura de las elecciones.
En el ámbito del periodismo, por encuadre entendemos una idea central organizadora que guía las interpretaciones de los acontecimientos (Berganza, 2008). Este concepto posee una dimensión de selección -inclusión y exclusión- de ciertos aspectos de la realidad y su organización tendentes a otorgar ciertos énfasis (Entman, 1993), pero también una dimensión simbólica y cognitiva en virtud de la cual se imprime una interpretación determinada de la realidad. De ahí que Gitlin (citado en Zhang, 2000: 24) defina a los encuadres como “patrones persistentes de cognición, interpretación y presentación, de selección, énfasis y exclusión, por los cuales los productores de símbolos organizan rutinariamente el discurso”. Por consiguiente, esta operación cognitiva hace posible que los periodistas “procesen grandes cantidades de información rápidamente y de manera rutinaria, y presenten la información de una manera familiar para la audiencia” (Zhang, 2000: 24). Los encuadres residen internamente, tanto en los periodistas -en tanto que guías internalizadas de procesamiento de información- como externamente en los mensajes periodísticos (Klein, 2000).
En el proceso de cobertura electoral, tema central de este trabajo, los políticos producen discursos que son reportados por los periodistas de determinadas maneras, sin fidelidad a los hechos o declaraciones factuales; y tales modos particulares están mediados por los encuadres específicos que provienen de políticos o periodistas, puestos en juego a veces de manera antagónica, a veces de manera coordinada. A propósito de este tema concreto, la literatura científica reporta la persistencia de dos encuadres predominantes, el temático y el de contienda.
El primero se refiere a problemas y soluciones de política pública; discusión de los temas públicos -causas, soluciones y medidas-; posiciones de los políticos acerca de problemas de política pública; descripciones de la legislación propuesta u otros programas de gobierno, e implicaciones de las mismas (Lawrence, 2000; Brants y Neijens, 1998). Es el tratamiento tradicional de las elecciones, en donde los medios informativos se conciben como vehículos de transmisión -en ocasiones críticos- de las plataformas de los políticos a los ciudadanos; en ese sentido, se centra en la sustancia de la política y está orientado al desempeño democrático de los medios (Berganza, 2008).
Por su parte, el encuadre de contienda implica una manera de entender y explicar la política en virtud de la cual se concibe a la campaña como una confrontación entre candidatos que compiten por ventajas y están obstinados en su victoria (Jensen, 2012). Su desempeño se evalúa, por lo tanto, en términos de si contribuye o no a su elección (D’Angelo, Calderone y Territola, 2005), de tal modo que la campaña se significa como una contienda entre bandos opuestos, los cuales escenifican un drama del que saldrán ganadores y perdedores (Patterson, 1993). A partir de este segundo encuadre general, se identifican en la literatura al menos cinco subencuadres específicos con relativa identidad propia, aunque en los textos noticiosos se encuentran entremezclados: conflicto, estrategia, juego, dramatización y personalización.
El encuadre de conflicto es el más recurrente. Bajo su prisma, la elección se caracteriza como un escenario polarizado, donde ocurren fricciones y controversias entre individuos, grupos e instituciones, con poca atención a los temas que están en juego y la sustancia de los mismos (Berganza, 2008).
Cercano a él se encuentra el estratégico, en el que los reporteros interpretan los motivos e intenciones que subyacen a las acciones o propuestas de los candidatos, así como las tácticas necesarias para que ganen posiciones o permanezcan al frente. Describe los eventos de campaña “desde el punto de vista de candidatos interesados en ellos mismos -más que en el bien común-, quienes hacen promesas para ganar elecciones” (Patterson, 1993: 10).
Por su parte, el encuadre de juego introduce como característica principal el uso del lenguaje y la narrativa de los deportes, y comparte con el anterior los atributos de una competencia férrea, un carácter agonal y confrontativo, así como la expresión de un deseo de ganar ferviente por parte de los candidatos (Anikin, 2009). Es común en este encuadre el lugar común de la “carrera de caballos”, en donde se reporta, mediante encuestas, quién va adelante y quién detrás en la competencia por cruzar la recta final, de la que saldrán “ganadores y perdedores”, y se especula ampliamente acerca de los escenarios y resultados definitivos de la competencia (Jensen, 2012; Johnson-Cartee, 2005).
El encuadre dramático incluye historias de interés que expresan un rostro humano o ángulo emocional de los acontecimientos, temas o problemas relacionados con la campaña, así como sucesos chuscos en torno a los candidatos.
La personalización, por último, emparenta con el encuadre dramático, al grado de que en ocasiones se concibe como una suerte de subencuadre del mismo. Se entiende, por un lado, como la recurrencia a personajes e historias de vida que generan una identificación en la audiencia, misma que reacciona ante los “problemas” desde un enfoque moral e individual; los temas y propuestas políticas se revelan a través del impacto que tienen en la gente común (Pajoni, 2012). Por otro lado, es un encuadre preocupado por proyectar la imagen de los políticos como individuos, con características personales y vidas privadas (Nieland, 2008), antes que como representantes de intereses colectivos.
En suma, esta forma de comunicar la elección no reporta el contenido político, los temas, problemas y propuestas para resolverlos, sino más bien los resultados parciales en términos de una contienda dramática, conflictiva y excitante, para elevar al nivel de entusiasmo público respecto de los acontecimientos (Anikin, 2009).
El infoentretenimiento en el periodismo mexicano. Antecedentes de investigación
En el caso del contexto nacional es difícil saber si el infoentretenimiento político y sus encuadres han estado presentes y con qué intensidad, debido al reducido volumen de estudios empíricos producidos al respecto. No obstante, la presencia del infoentretenimiento es plausible a raíz de ciertas condiciones que se presentan en el escenario mexicano, mismas que la literatura internacional ha evidenciado como correlativas a estos tratamientos (McMenamin et al., 2012); en específico hablamos de la progresiva tendencia hacia la comercialización de la prensa mexicana, en virtud de la cual la otrora función corporativista de propaganda velada del régimen (Trejo, 2004) se reorienta a la maximización de audiencias con fines de rentabilidad económica (Hallin, 2000), incluyendo todo lo que ello implica en términos de la transformación de contenidos, como se aborda más adelante.
El proceso arrancó en 1993 con el plan de modernización del presidente Carlos Salinas de Gortari, y se desarrolló de manera creciente a partir del surgimiento o reconversión de proyectos periodísticos independientes en consorcios mediáticos, con varias características de racionalidad mercantil: diversificación de productos, establecimiento de sinergias corporativas internas y externas, toma de decisiones editoriales en función del mercado y no de criterios profesionales, integración en conglomerados donde los medios son una unidad de negocio funcional a los demás y establecimiento de franquicias regionales, entre otras prácticas (Hernández, 2010).
Al día de hoy la llamada prensa nacional -o más bien, la que se produce y distribuye desde el centro del país- ha cobrado mayor autonomía en función de esta sofisticación corporativa, al grado de establecer una relación comercial y clientelar -que no corporativa, subordinada- con las entidades de gobierno (De León, 2012).
Los estudios descriptivos con los que se cuenta evidencian las consecuencias, en términos de contenidos, de los cambios económico estructurales. Lozano (2001) encuentra que durante las elecciones de 2000, la televisión fue más porosa que la prensa respecto de los encuadres de infoentretenimiento -que él conceptualiza como de “espectacularización”-,1 puesto que un elevado porcentaje de notas (69 por ciento) de muestreo de campaña manifestaron, al menos parcialmente, estas características, mientras que la información acerca de la plataforma electoral fue escasa. Posteriores estudios del mismo autor confirman en una perspectiva comparada estas tendencias (Lozano, 2004 y 2005). Por su parte, las mediciones de desempeño de prensa de las elecciones presidenciales de 2012 (Cantú, 2013; Martínez, 2013) reportan coberturas centradas -en la mitad de las notas de su muestra- en “la elección misma”, antes que en temas de política pública, lo que hace suponer -mas no es posible confirmar- que se trata de una cobertura orientada por los encuadres descritos.
Con todo, ciertos trabajos recientes abonan a la hipótesis de que los fenómenos de infoentretenimiento están cada vez más presentes en la prensa mexicana: un artículo reporta tendencias muy significativas de encuadres de contienda en la cobertura de los debates de la elección de 2012 (Echeverría y Millet, 2013); otro trabajo encuentra que la prensa digital de referencia utilizó de manera predominante en dicha elección el encuadre estratégico, mismo que se generaliza a lo largo de la campaña allí y en los periódicos estudiados (Muñiz, 2015); tal hallazgo es similar al de otra investigación que encuentra una cobertura más bien equilibrada entre asuntos sustanciosos y de infoentretenimiento, centrados sobre todo en el proceso legal y logístico de las elecciones, así como en los conflictos entre personalidades políticas (Echeverría y Meyer, 2015). Ante tales hallazgos, que van marcando los contornos de este tratamiento con más solidez, se justifica seguir recolectando evidencia acerca de la presencia del infoentretenimiento en la cobertura de las elecciones.
METODOLOGÍA. PROCEDIMIENTOS INDUCTIVO Y DEDUCTIVO DE ANÁLISIS DE ENCUADRES
El estudio empírico se concentra en un recorte de notas derivadas de las elecciones federales mexicanas del año 2015 para renovar el Congreso de la Unión, seleccionado no sólo por constituir los procesos más estudiados en la literatura científica internacional sino también por su naturaleza agonal y, por tanto, proclive a tratamientos periodísticos como los ya descritos; no obstante, como una limitación del estudio, la exclusión de otros acontecimientos y temporalidades políticas no electorales deja pendiente una exploración más completa del fenómeno estudiado.
El método elegido para llevar a cabo este trabajo fue el análisis cuantitativo de contenido. La muestra de periódicos se integró por rotativos correspondientes a la prensa nacional de referencia o prestigio -por oposición a la prensa amarilla, sensacionalista o popular-, dada su importancia cualitativa en la formación de la opinión pública y por constituir, en teoría, el espacio menos poroso a tendencias de comercialismo y espectacularización, dada la tradición de periodismo liberal que estos rotativos encarnan; por lo tanto, a diferencia de la televisión, las tendencias de infoentretenimiento encontrarían una resistencia en el cuerpo normativo y el perfil profesional asociados con la prensa de referencia. En consecuencia, la prueba de su presencia sería ampliamente reveladora del estado del sistema de medios en la actualidad.
Por tratarse de periódicos de alto tiraje y distribución nacional, considerados como de prestigio o de referencia, de acuerdo con el Padrón Nacional de Medios Impresos (Segob, 2013) se revisó el archivo hemerográfico digital -disponible en internet- de los diarios Reforma, La Jornada, El Universal, Milenio y Excélsior.
La muestra se integró por el método de “semana compuesta”, que consiste en elegir dentro de la población una fecha al azar por cada día de la semana, mismo que ha mostrado su confiabilidad estadística en diversos trabajos (Riffe, Lacy y Fico, 1998). La población natural de este ejercicio consistió en todas las ediciones de los cinco rotativos publicadas durante los sesenta días que duró la campaña, del 1º de abril al 7 de junio de 2015. De esta manera se eligieron siete fechas al azar, que contenían 35 ediciones y un total de 174 unidades de muestreo (notas). Cabe señalar que sólo fueron elegidas aquellas notas informativas que trataran sobre la elección de diputados federales; fueron excluidas, por tanto, piezas de opinión -columnas, editoriales, cartones-, para las cuales no fueron diseñados los protocolos de análisis, así como informaciones relacionadas con campañas concurrentes a gobernadores y presidentes municipales.
El protocolo de codificación utilizado en este ejercicio fue desarrollado para un trabajo anterior (Echeverría y Meyer, 2015) y su elaboración combinó procesos inductivos y deductivos para inferir los encuadres, en un primer momento, y para codificarlos después. Este doble procedimiento se debe a que si bien los métodos deductivos de análisis son más eficientes y tienen una alta capacidad de replicación (Semetko y Valkenburg, 2000), la aplicación al caso mexicano de categorías analíticas desarrolladas en Estados Unidos o Europa pudiera derivar en adaptaciones forzadas y/o resultados espurios, toda vez que los encuadres son fenómenos discursivos estrechamente vinculados con las culturas políticas y periodísticas en donde se desarrollan y de las que son expresión (Reese, 2010).
En razón de ello, decidimos instrumentar un procedimiento de análisis cualitativo que permitiera identificar, aislar y sustanciar encuadres endógenos, propios de la prensa y la política mexicanas. El método se originó en el trabajo pionero de Altheide (1987), que utiliza a su vez los supuestos y finalidades del análisis de datos de la sociología interpretativa; su objetivo final es desarrollar constructos analíticos que se infieran de los datos, mediante un procedimiento que implica el aislamiento de unidades -en este caso los encabezados-; la comparación constante de las mismas en busca de categorías unificadoras, más abstractas; la comparación de estas categorías entre sí para la obtención de conceptos -auxiliados de palabras o frases que transmitan lo que tienen esas categorías en común-; y finalmente, la consolidación de tales conceptos mediante la comparación de unidades con categorías establecidas, o bien la creación de nuevas (Altheide, 1987).
Este procedimiento se utilizó para procesar 214 notas seleccionadas al azar de un corpus no probabilístico de las elecciones de 2012, a partir de las cuales se fueron identificando encuadres y refinando la descripción de los mismos, sin prescindir de la ayuda de los protocolos deductivos propuestos en la literatura internacional (Aalberg, Strömbäck y De Vreese, 2011; Berganza, 2008; Capella y Jamieson, 1997; Klein, 2000; Lawrence, 2000; Semetko y Valkenburg, 2000; Strömbäck y Dimitrova, 2006; Strömbäck y Luengo, 2008; Strömbäck y Van Aelst, 2010).
El libro de códigos que resultó de dicho procedimiento inductivo, y que aquí se utiliza, contempla dos macroencuadres -denominados para este ejercicio “contienda” y “política”-, seis encuadres generales (“drama”, “juego” y “estrategia”, correspondientes al primer macroencuadre; “temas políticos e ideas”, “proceso político” y “liderazgo político”, para el segundo), así como 19 subencuadres desprendidos de estos seis. Dicho protocolo fue posteriormente validado con el auxilio de dos codificadores, quienes al cabo de entrenamiento y ajustes sucesivos codificaron el diez por ciento de las notas encontradas, cada uno por separado. Ello permitió comparar sus resultados entre sí para establecer medidas estadísticas de Kappa respecto de la confiabilidad intercodificador: así, los macroencuadres tuvieron una confiabilidad de .831, y los encuadres de .739, considerados índices satisfactorios para un ejercicio exploratorio como el presente (Riffe et al., 1998). Los subencuadres no alcanzaron un parámetro de confiabilidad satisfactorio, un aspecto de investigación futura en el que se deberá seguir trabajando.
El libro de códigos que consigna los encuadres identificados bajo este procedimiento, así como sus descripciones, refinadas sucesivamente por aplicaciones deductivas, se anexa al final del presente documento.
Para la codificación del corpus específico de este ejercicio, se adoptaron los siguientes criterios: en primera instancia se decidió identificar un solo encuadre dominante por nota, puesto que a pesar de que la literatura admite la posibilidad de rastrear varios de ellos en una sola, una codificación tan fina dificultaría la obtención de observaciones y conclusiones globales (D’Angelo, Calderone y Territola, 2005; Skorkjær y Green-Pedersen, 2009). Por su parte, la unidad de análisis dentro de la nota fue el encabezado, por razones prácticas pero también teóricas, puesto que constituye el “dispositivo más poderoso de encuadramiento de la nota” (Van Dijk, 1990), capaz de activar conceptos en el lector e influenciar así la lectura del resto de la misma (Tewksbury et al., 2000; Klein, 2000).
Los datos arrojados en sucesivas pruebas piloto para este ejercicio no lograron fiabilidad satisfactoria, posiblemente por un desfase entre el protocolo previamente desarrollado, aplicado a una elección presidencial, y ésta de naturaleza legislativa; sobra decir que dicha tarea es un asunto pendiente en la consecución de un instrumento fiable y replicable en elecciones de distinta naturaleza.
Hallazgos
Presentamos los resultados más relevantes del análisis. En primer lugar las variables centrales, y posteriormente algunas relaciones importantes vinculadas con factores de tiempos y actores.
En la Tabla 1 observamos que los dos macroencuadres medidos tienen frecuencias similares, con una inclinación ligera hacia el de “contienda” (56 por ciento) respecto al de “política” (43 por ciento). En el conjunto de los seis encuadres medidos, sólo resultan significativos los de “proceso político” (36 por ciento) y “estrategia” (51 por ciento), mientras que los demás alcanzan como mucho el cinco por ciento de las notas (liderazgo político, por ejemplo).
Por ello, los únicos subencuadres relevantes son los de “organización formal” (26 por ciento), que corresponde al encuadre de “proceso político”, y el de “conflicto” (44 por ciento), desprendido del de estrategia. Otro conjunto de subencuadres poco frecuentes son el de “quejas y reclamaciones” de los partidos (9 por ciento), “ideología y filosofía de candidatos y partidos” (5 por ciento) y “tácticas explícitas” de los contendientes (4 por ciento). El recuento de posiciones sobre temas o problemáticas, propuestas y acontecimientos de campaña -mítines, ruedas de prensa- es casi inexistente (1.7 por ciento), ausencia significativa para una elección del Poder Legislativo. En contrapartida, están prácticamente ausentes los tratamientos dramáticos o personalizantes (1.7 por ciento) y aquellos que interpretan al proceso electoral como un juego, deporte o carrera de caballos mediante encuestas (2.9 por ciento).
En la Tabla 2 identificamos a los actores que tienen mayor visibilidad y se asocian con determinados encuadres. En ese orden de ideas, la cobertura se divide en buena medida entre los partidos políticos, a través de sus dirigencias y miembros (31 por ciento), y la autoridad electoral (29 por ciento) -en específico el Instituto Nacional Electoral (INE), organizador de la elección, y el Tribunal Electoral-, que acaparan cada uno casi la tercera parte de la visibilidad. Otro grupo de actores está conformado por los poderes constituidos del Estado, tanto el Ejecutivo como el Legislativo (10 por ciento) y diversos miembros de la sociedad civil (9.9 por ciento), que incluyen a organizaciones no gubernamentales (ONG), expertos, cámaras empresariales, Iglesia Católica y organismos internacionales. De manera paradójica, los candidatos a diputados federales se manifiestan de manera muy poco representativa (5.8 por ciento) y el tratamiento es ampliamente inequitativo para los partidos: sólo cuatro de once recibieron cobertura; el Partido Acción Nacional (PAN) con cuatro notas, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) con tres; el Partido Revolucionario Institucional (PRI) con dos y Movimiento Ciudadano (MC)
Los partidos políticos y los miembros de la sociedad civil se cubren en buena medida con encuadres de contienda (71 y 81 por ciento de sus notas, respectivamente), aunque hay diferencias notables al interior de estas categorías: los partidos que son encuadrados significativamente de esa manera son Morena (92 por ciento de las notas), PRD (76 por ciento) y PAN (75 por ciento); el Partido Verde (PV) y el PRI, en cambio, son cubiertos de manera equilibrada entre encuadres de política y contienda.
Por su parte la autoridad electoral, los poderes del Estado y los mismos candidatos son cubiertos de manera equilibrada entre macroencuadres políticos y de contienda (53 y 46, 41 y 58, 50 y 50 por ciento respectivamente, en ese orden de actores).
Para conocer la relación entre las etapas de la campaña y la selección de encuadres, desplegamos su comportamiento a lo largo de las fechas comprendidas en la muestra (Gráfica 1). Observamos un patrón relevante en los encuadres de proceso político y estrategia, que es posible interpretar. Llama la atención que el primero comienza con un número de notas considerable y se mantiene relativamente estable en las siguientes fechas, para incrementar de manera muy notoria hacia los últimos días antes de la elección; ello pudiera relacionarse con la inclinación de los rotativos por informar con detalle al público de los procedimientos específicos para ir a votar. Respecto del encuadre de estrategia, y en específico el subencuadre de conflicto comprendido en él, se observa que tuvo notas sostenidas a lo largo de la contienda, mismas que se elevan moderadamente hacia el final, ya muy cerca de la elección.
Una última gráfica (Gráfica 2) pretende evaluar si los distintos periódicos presentan comportamientos diferenciados respecto de los encuadres, o bien se trata de una tendencia homogénea entre los mismos. En el caso de los macroencuadres, esta última afirmación se verifica puesto que la proporción entre los macroencuadres “política” y “contienda” resultan muy parecidos en los diferentes rotativos: El Universal (49 y 51 por ciento, respectivamente), La Jornada (48 y 52 por ciento), Excélsior (43 y 57 por ciento) y Milenio (44 y 56 por ciento); Reforma es un caso peculiar en la proporción de los encuadres (22 y 78 por ciento), que rompe con el patrón de homogeneidad; posiblemente por esa razón no se verifica una correlación de Pearson entre las variables de rotativo y macroencuadres, x 2 (4, N = 172) = 0.4.107, p = .392.
En función de la proporción de macroencuadres, los encuadres particulares se comportan con cierta homogeneidad entre los rotativos, salvo en el diario Reforma. Cabe señalar una mayor diversidad de encuadres en los diarios Universal, La Jornada y Excélsior, que comunican aspectos de liderazgo político -filosofía, antecedentes de los partidos- en el orden de 4, 10 y 8 por ciento respectivamente; asoma también el uso del encuadre de juego, aunque de forma muy discreta, en estos medios (4, 5 y 2 por ciento, respectivamente). De manera determinante predomina el encuadre de estrategia en casi la mitad de las notas de los cinco medios contemplados; y el encuadre de proceso político significa entre la tercera y tres quintas partes de las notas.
CONCLUSIONES
El propósito del presente trabajo es constatar la presencia de tratamientos periodísticos vinculados al fenómeno del infoentretenimiento político en las elecciones legislativas, operacionalizándolo en forma de encuadres, ya sea políticos -centrados en la sustancia temática de la elección- o de contienda -orientados a los aspectos llamativos, excitantes o entretenidos de la política-.
En una lectura panorámica notamos un tratamiento equilibrado entre las tendencias tradicionales de cobertura electoral y los encuadres que materializan el infoentretenimiento. Tal hallazgo coincide con otros trabajos (Cantú, 2013; Martínez, 2013; Echeverría y Millet, 2013; Muñiz, 2015; Echeverría y Meyer, 2015) que de manera interesante encuentran una proporción casi paritaria de ambos enfoques, como en este reporte. Ello descarta el supuesto de una presencia dominante de encuadres vinculados al infoentretenimiento y, a juzgar por la comparación entre los trabajos de 2012 y éste, no se observa tampoco una tendencia ascendente.
No obstante, la cobertura manifiestamente política de la campaña se centra en buena medida en los aspectos legales, logísticos y procedimentales de las elecciones (36 por ciento de las notas), particularmente en las fechas finales de la campaña, omitiendo prácticamente la sustancia política de las problemáticas y propuestas de solución, en este caso en forma de legislación parlamentaria. También minimiza de manera notable la descripción del perfil político de los candidatos, mencionados de manera casi circunstancial. Por el contrario, la elección -según lo indica su cobertura- se caracteriza fundamentalmente por los episodios de conflicto y cooperación entre actores institucionales e individuales; poco menos de la mitad de las notas utiliza tal encuadre.
Consecuencia de este tratamiento es que los actores privilegiados por la cobertura son las autoridades electorales que gestionan el proceso y los partidos políticos, cada uno con la tercera parte de las notas. De manera coherente con el tono de la cobertura, los partidos políticos se muestran básicamente como protagonistas de una contienda y no como actores políticos formales, aunque es necesario subrayar que existe una diferenciación importante entre los mismos partidos: a manera de ejemplo, las notas referidas a Morena se encuadran como contienda en el 92 por ciento de las veces, mientras que el PRI en el sesenta por ciento; las del PRD el 77 por ciento y las del PVEM 58 por ciento. Aunque la autoridad electoral tenga una labor más bien neutral, en la mitad de las notas sus acciones y discursos también se colocan en el encuadre de contienda, mismo caso que el de la sociedad civil.
La aplicación de los encuadres, luego entonces, es selectiva en función de los actores involucrados. La elección reportada se concentra fundamentalmente en los actores en disputa, en este caso en los partidos políticos, y el proceso propiamente político se asocia con la autoridad electoral y, de manera inesperada, con los candidatos. De cualquier modo, salvo el Tribunal Electoral, ninguno de los actores significativos es colocado mayoritariamente en el encuadre político, lo cual habla de una presencia relevante del infoentretenimiento en la mayoría de los actores, pero con un énfasis variable en unos u otros.
Observamos también que las proporciones reflejadas en estos hallazgos no difieren de manera importante en los cinco rotativos analizados. Tan sólo Reforma presenta una desviación al enfatizar aún más el encuadre de estrategia y conflicto, aunque contradictoriamente es el periódico que presenta más aspectos de propuesta legislativa y política pública, en una proporción que duplica a la de los otros. Esta anomalía, aunada al tímido y variable énfasis que los medios hacen sobre el liderazgo político de candidatos o al empleo de un lenguaje deportivo en ciertas notas, no echa por tierra el hecho de que la tendencia de infoentretenimiento parece ser más o menos homogénea en distintos medios.
De ser así, la evidencia presentada permite concluir que la aplicación de encuadres de infoentretenimiento es selectiva de acuerdo con los actores asociados a ellos y los tiempos en que se manifiestan. No obstante, en su conjunto dicho patrón tiene una presencia significativa en la prensa nacional, como auténtica tendencia general de reproducción de una lógica mediática, con pretendidas finalidades de popularización y enganche de audiencias despolitizadas. El hecho de que distintos rotativos con líneas editoriales y aspectos formales disímbolos converjan en la proporción en que se manifiesta tal tendencia, sugiere una vinculación entre los tratamientos y la estructura y función comercial dominante en la industria mexicana de medios impresos.
Desde una lectura normativa, los resultados dejan entrever la pobreza informativa implicada en la cobertura de las elecciones legislativas.2 Puesto que en las democracias los votantes necesitan comprender las problemáticas en juego ligadas a sus propios intereses, las propuestas de solución y el perfil político de los candidatos que afirman poder instrumentarlas (Dahlgren, 2000; Dahl, 2000), dicha cobertura les habrá servido de poco para ejercer adecuadamente su papel de ciudadanos. Si bien la emisión frecuente de noticias que registramos acerca de la dimensión operativa y jurídica del proceso electoral tiene una función cívica de orientación y vigilancia, la alta frecuencia de notas de conflicto contribuye escasamente a satisfacer las necesidades previamente descritas, al tiempo que pudiera tornar a los candidatos o partidos, frente a las audiencias, en actores mezquinos, ávidos del poder por el poder mismo en detrimento del interés público (Patterson, 1993; Capella y Jamieson, 1997).
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El enfoque de esta línea, desarrollada a finales de los años noventa y principios de los dos mil, particularmente en los ámbitos francófono y de habla hispana, está centrado en aquellos contenidos informativos que son más cercanos a formas de escenificación espectacular, con una carga fuerte de sensacionalismo. Originado en el ámbito anglosajón, el término “infoentretenimiento” ha venido sustituyendo al anterior por considerarse más abarcante; esto es: que involucra modalidades más sutiles de entretenimiento que las espectaculares.
Aunque tangenciales al problema estudiado, otras consideraciones derivadas de los datos constatan esta afirmación, como el hecho de que la sociedad civil organizada tenga poca presencia en la cobertura, síntoma de falta de pluralidad y elevada institucionalización de las fuentes, o bien la excesiva concentración de la visibilidad partidista en los candidatos de tan sólo cuatro -PRI, PAN, PRD y Movimiento Ciudadano- de los once partidos en disputa, en un contexto de visibilidad marginal para todos ellos.