“Ida y vuelta”, un encuentro con poetas

 

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Por: José Ignacio Dávila Álvarez

La tarde oreada de un sábado reciente y un par de tequilas, atestiguaron un encuentro efímero y sustancial, con tres poetas encantados.

Encantados porque la poesía está en su piel, porque tatuada está en su alma, porque puesta en su boca se quedó.

Al cabo poetas, al cabo orfebres de la palabra. Sutileza y pasión desbordada. Visto está. Se percibe, se siente.

Tres de ellos y quien esto escribe y se dice periodista , nunca se hubieran visto por voluntad propia y, ahora en un bar citadino compartían ideas, compartían poesía, compartían periodismo y hasta fotografía, como bien dijo uno de ellos que anda por Mexquitic ,de apellido Badillo.

Compartiendo a plenitud la vida, toda entera. Alejados al menos por un momento de miradas indiscretas, de las que asechan y suelen juzgar sin piedad.

Y así, las palabras y las imágenes discurrieron, fluyeron, colgadas de la poesía y acaso del periodismo, expuestas de tal manera, porque es preciso, porque es necesario. Trabajo no costó.

Palabras que encierran el gran poder que tiene la poesía en un mundo de letras y de símbolos mágicos al que ellos pertenecen. Un mundo al que a veces soy ajeno, tal vez por censuras autoimpuestas.

El bar “El Conde”, encajado en uno de los barrios de mi ciudad, como es San Sebastián, nos reunió, finalmente.

La celebre cantina atestiguó el breve encuentro, con su barra y sus botellas, con su música y su encanto, con su aroma de barrio. Con su fiel cantinero, con sus fieles bebedores.

Ahí, fui convocado por el escritor y poeta Hugo Lázaro Aguilar Fuentes, para quien la poesía es un desvarió necesario y quien intenta descubrir la vida a cambio de nada.

Poeta de noche, poeta de día, poeta siempre. Así suele describirse.

Lázaro Aguilar, amigo de infancia, amigo de silencios y de algarabías, ha publicado varios libros entre ellos: “La Casa en Llamas” que es formidable y, está por lanzar su más reciente obra titulada: “Tergiversos: Poemas En Contra Mia”.

Y bueno, tuve la fortuna de conocer al merecedor del premio Manuel José Othón, al mejor poemario, del Certamen 20 de Noviembre 2013, que año con año se celebra en tierras potosinas, con el sello de la casa gubernamental en turno.

Su autor es: Alfonso Badillo Dimas y el poemario lleva por nombre: “Cometa 24”.

Corrimos a atrapar los panfletos sin hilos y sin memoria; era la hora del atardecer.

Y así…
Un fragmento de esta poesía perpetuada por el maestro Badillo Dimas, quien gusta ir al Centro Cultural “El Coyote”, en esta ciudad, a compartir experiencias.
Además de hacer poesía, también es director del Colegio de Bachilleres No. 18, enclavado en el Municipio de Mexquit de Carmona, San Luis Potosí.

El otro poeta, Valentín Ortiz Rebolloso, hoy día radica en tierras de flores frescas y vegetación abundante, allá por el Municipio huasteco de Ébano, además de ser supervisor educativo, forma parte de la comisión directiva de la naciente publicación llamada “La Cigarra de Ébano”.

Promueve toda expresión de arte y cultura, sin ánimo de lucro y está a la espera del apoyo que ha requerido del Instituto de Cultura de San Luis Potosí. Ojalá se de, pues finalmente es su obligación hacerlo.

De Valentín Ortiz Rebolloso, no puedo decir mucho. Leí uno de sus poemas que me regaló en mi cuenta de Facebook, uno llamado: “Amor de Sordomudos”. Lo dejó en el ciberespacio para sus cuates fieles y querendones que son muchos, dijo.

Me gustó su narrativa, me gustó como fue construyendo una historia cotidiana, despojada de pretensiones, despojada de banalismos, despojada de superficialidades.

Una historia propia con temática y personajes muy vivenciales, muy de nuestro tiempo. Su lenguaje es singular como interesante. Desempolva nuestras raíces. Aporta finalmente.

Así entonces tuve la oportunidad de convivir con tres poetas que gustan de hilar con finura las palabras, de pulirlas, de moldearlas, de hacerlas suyas y de soltarlas, de compartirlas.

Poetas libres, poetas pensantes, poetas sin ataduras que necesariamente hay que alentar porque su poesía es obligada en un mundo caótico que requiere de la palabra sutil y a veces trasgresora.

¡Bien por ellos!

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