Historias de hospedaje en el San Luis Virreinal

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El San Luis antiguo alberga muchas historias. Narraciones que hoy en día siguen vigentes en libros y escritos guardados y preservados por el tiempo. Sin embargo, no todas son conocidas, y existen algunas de las que se tienen muy poco conocimiento. Los mesones, dentro de un territorio que era conocido como “la garganta de la Tierra adentro”, siendo tránsito obligado hacia el norte de la Nueva España, resultaron ser establecimientos nulos o casi nulos en un pueblo que, hasta el día de hoy, sigue siendo paso importante a otros estados del país.

Adentrándose en el San Luis Virreinal. Necesidades viajeras.     

San Luis Potosí crecía como un pueblo rico en minería, un lugar de conexión y de actividad comercial mineral y agrícola, lo que implicaba el ingreso y egreso continuo de carreteros y arrieros con sus bestias de carga, así como de personas que ocupaban pasar largas estancias en el pueblo; esto hacía necesario que el pueblo contara con espacios para alojarse y resguardar sus animales y mercancías, es decir, la necesidad de mesones.

Sin embargo, considerando que el pueblo de San Luis estuvo compuesto en sus alrededores por haciendas, no existía por completo la necesidad de la presencia de mesones, ya que las propias haciendas podían dar cobijo a los transportistas y viajeros que incluso no tenían que ver con la hacienda.

Sin embargo, la fundación de una alhóndiga en 1609, permitió que el ingreso de arrieros y comerciantes tuvieran un destino específico para sus productos, aunque las leyes que regulaban la venta, señalaban que estos productos no podían salir a la venta sin haber pasado tres días de exhibición en la alhóndiga, por lo que era menester contar con establecimientos para pernoctar y obtener alimento para ellos y sus bestias.

Por lo tanto, si bien no existieron mesones como tal en el pueblo potosino virreinal, sí hubo un par de casas de hospedería. La más importante, llamada “San Francisco”, manejada por religiosos franciscanos desde finales del siglo XVII y principios del XVII. Su función hospitalaria de hospedaje y alimento, garantizaban cierta seguridad, sin embargo, no cubría en su totalidad las necesidades especializadas, como los grandes corrales para sus animales y espacios para carretas.

El segundo establecimiento se encontraba en el Santuario y ermita de Nuestra Señora de Guadalupe, que había sido mandado edificar en 1656.

Consolidación de lugares de hospedaje.

Las largas estancias de los arrieros y carreteros en la ciudad, a la espera de poder vender sus mercancías, aunado a lo caro de las rentas de cuartos por varios días, los obligaba a buscar otras opciones, disminuyendo la demanda de un mesón y propiciando su inexistencia.

Por un lado, si las estancias eran cortas, los arrieros dejaban a las bestias en los corrales de las alhóndigas, mientras ellos rentaban un cuarto del mismo edificio. Si la estancia era largas, rentaban casas en los barrios extramuros de la ciudad. Casas ocupadas donde, sus dueños las desalojaban durante ese lapso de tiempo, hasta la entrada de una ley que prohibía este tipo de rentas.

En 1775 se consolida por fin un mesón a cargo de un valenciano, recibiendo quejas constantes por la calidad del servicio y el tipo de personas que llegaban a hospedarse, que en su mayoría salían del lugar sin pagar.

Descripción de un mesón auténtico.

Hacia 1779 se consolida un segundo mesón en lo que hoy son las calles que abarcan 5 de mayo, Vallejo, Miguel Barragán y Pascual M. Hernández. Su ubicación era estratégica.

Este mesón albergaba con desahogo a doce personas acostadas en cada uno de los cuartos exteriores y diez en los interiores. El mesón estaba en capacidad de hospedar hasta 168 personas, que para el último tercio del siglo XVII era una cantidad considerable.

Así mismo, sus corrales eran de 17 metros de frente por 49 de fondo, es decir, su capacidad era para encerrar a más de 600 bestias, con todos los servicios garantizados.

Entre otros mesones se encontraba el llamado “Del platanito”, “Santa Clara” (ubicado entre las calles de Allende), considerado como el más grande que tuvo la ciudad, contando con alojamiento con 38 piezas de habitación, establos, corrales, bodegas, casa y oficina del administrador, así como una fonda abierta a huéspedes y al público en general.

Este mesón se convirtió tiempo después en el cuartel del ejército que se formó y estableció en San Luis Potosí en 1846 para combatir a los norteamericanos.

“El mesón de la Lagunita” (posteriormente una plaza de gallos), “El mesón del venadito”, “El mesón de Belén” (cercanos al eje vial); “El mesón de Santillán” (por el rumbo del barrio de San Sebastián y que fue el último en cerrar sus puertas, hacia el año de 1960); “El mesón de San Agustín” (hoy calle Universidad), “El mesón de San Joaquín” (calle Madero), así como el “Mesón de San José”, ubicado estratégicamente donde convergían los antiguos caminos de Guanajuato y México, justo enfrente de la garita de México,  pues era paso necesario de los viajeros provenientes de aquellas regiones, complementan la colección de nombres de aquellos lugares destinados al hospedaje de aquellas épocas.

San Luis Potosí. Ciudad de historias pendientes.

La cantidad de mesones de la cuál se tiene cierto tipo de información resulta pobre para una ciudad tan grande y tan importante; pareciera ser que los mesones no eran una tipología que urgiera o puede que se trató de un negocio que implicaba una fuerte inversión y una lenta, y a veces poco probable- recuperación de ésta, dejando a los arrieros y carreteros sin un lugar formal para pasar la noche. No obstante, su auge fue muy importante.

Los mesones fueron el lugar para que los viajeros y arrieros reposaran y pernoctaran, para que las bestias descansaran y encontraran agua, comida y aliento; sitios en los que, entre el olor del forraje y bestias, y el amontonamiento de las mercancías, se vivía una vida que sólo el comerciante viajero conocía y a la cual hoy en día sólo se tiene acceso al tratar de construir la historia de aquellos locales que les servían de memoria transitoria.

Esta historia, a cuenta gotas, ayuda a recrear la historia de los espacios de alojamiento en el San Luis Potosí virreinal.

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