El grito y la desesperación.

A los que mueren de hambre y de apatía, a los que deambulan dolor por allí, a los que piden salud sin clínica ni hospital, a los que mueren lentamente en el olvido sin nombre sin tumba, a los muertos que no quieren morir. A ellos van estas líneas.

Sábado 15 de septiembre de 2012, San Luis Potosí, S.L.P.-La noche de hoy me privaticé del grito independentista y sólo pude pensar porqué lo hice. Y es que ahora a esta expresión genuina y muy mexicana la siento banal y hasta inconforme. Una expresión festiva y gloriosa que ya tiene cayos de tanto gritar. Cayos de angustia, de resaca y hasta de desesperación.

El imprescindible grito libertario, tantos años viéndolo ir y venir- y dándolo a veces-, esta noche no fue. Un grito salido desde muy adentro, muy nacionalista, que la noche de hoy no salió, quizá porque lo percibo trivial y efímero, como si la magia y el encanto se le hubieran ido o como si la angustia y desesperación hubieran llegado.

Sí, la desesperación de no sentirme ni tan independendiente, ni tan libre, ni tan esperanzado. Ideas acaso paranoicas o condicionadas como para traducirlas en tan sólo un grito festivo y privatizante. Tal vez.

A final de cuentas fue la noche de un grito que me prive de dar, como no solía hacerlo en las plazas de mi natal ciudad, en los balcones del palacio de gobierno o con amigos y familiares, atormentado esta vez por la incertidumbre y otros lastres sociales que deseo entender.

Un grito finalmente que hoy fustiga y tambalea para quien teclea estas líneas y en una posición respetable para quienes decidieron manifestar su fervor patrio.

Y es que la angustia llegó con la venida de esta fecha conmemorativa y con ella, la nostalgia y la frustración. Me detuve un momento para ver que le ha pasado a México en los últimos años o mejor aún, que me ha ocurrido a mí, que me impidió expresarme como usualmente lo hago.

A México le ha pasado de todo. Ahí están las mentiras, las confabulaciones, el nepotismo, la xenofobia, el racismo, la discriminación, la pobreza eterna, la inequidad social, los magnicidios políticos, el desbordamiento del crimen, el surgimiento de la narco- política, los pederastas, los escándalos financieros, las matanzas colectivas, las devaluaciones, las crisis económicas, los procesos electorales cuestionados, las arraigadas costumbres de corrupción, el nepotismo eterno, los desastres naturales, las epidemias, la creciente inseguridad, y el debilitamiento de la identidad nacional por citar tan sólo algunos de los muchos males sociales.

Y a mi…a mi se me está acabando la paciencia y la esperanza. ¿Habrá algo que celebrar? ¿Acaso es preciso celebrar la miseria humana, la denigración social, la muerte o la violencia galopante?

Amo a mi país y a su gente y quiero entender que el grito que finalmente preferí no compartir ni devolver a mis gobernantes, fue propiciado entre otras cosas, por lo anterior mente dicho. Fue a final de cuentas por el temor a que oyeran mi festejo quienes no tienen nada que festejar.

Fue una expresión silenciada por la desesperación. Y, esta palabra “desesperación” puede que sea la idea clave de mi enfermiza abstención. Así lo percibo.

Pienso en la atormentada vida del artista noruego Eduard Munch (1863-1944) autor del cuatro llamado El grito (en noruego Skrik).Munch inmortalizó esta impresión angustiada del hombre, en la afamada pintura también llamada La desesperación. El cuadro representa a un hombre con un sombrero de copa, de medio lado, inclinado sobre una prohibición y en un escenario similar al de su experiencia personal que resumió el propio artista en las siguientes líneas:

“paseaba por un sendero con dos amigos-el sol se puso-de repente el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla muerto de cansancio-sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad-mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad, sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza”.

Pienso entonces que lo que el pintor trato de reflejar en su obra no fue tan sólo el rostro angustioso de una persona que grita como un puro reflejo personal, sino más bien que el grito esconde una critica a las nuevas formas de organización socioeconómica.

En definitiva creo que Eduard Munch gritó en su momento contra las injusticias sociales y las desigualdades económicas que acompañaron a su época, las mismas que ocurren en nuestros días. El Grito de Munch, se volvió un icono cultural cuando en 1961 la revista Time lo puso en su portada y dedicó sus contenidos a los complejos de culpa y de ansiedad de una sociedad enfermiza como la nuestra. Mi grito entonces debería ser no sólo una mera expresión patriótica, sino un grito que esconde la desesperanza y la desesperación por un país como el nuestro, que espero pronto recupere su integridad. En nosotros está, porqué no.


El autor es egresado de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí donde cursó la carrera de Diseño Gráfico. Es periodista desde 1985 y ha colaborado en medios electrónicos, impresos y digitales. Fue director de XHSLS Tv, Canal 9 en San Luis Potosí, (Méx). Ha sido funcionario público y catedrático universitario. Actualmente es publicista, columnista político y responsable de difusión del Colegio de Periodistas y Comunicadores de San Luis, A.C. 

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