El gato pardo

Leyendo a Alberto Buitre, un analista político internacional, encontré una frase que él llama “Gatopardismo político”, a decir suyo, un círculo vicioso en el que la democracia mexicana ha caído por sexenios. En pocas palabras: un engaño, diría el escritor, en cierta forma. Así, ya sea por el camino de la izquierda o por el de la derecha, todo ha sido finalmente un engaño: falsedad, otra más de las sinrazones del mexicano que deberá enfrentar, si acaso puede o quiere.

Y es que en un artículo publicado recientemente en el diario californiano Los Ángeles Press, el también premio nacional de periodismo contra la discriminación, desmenuza el conflicto postelectoral mexicano y lo precisa como un problema económico más que político al tiempo que lo inserta en un contexto con cuatro ingredientes elementales: la esperanza del voto, el  hambre, los candidatos y el poderoso sistema económico que nos rige. Dice que mientras históricamente los mexicanos hemos depositado nuestras esperanzas en el sufragio, el hambre, ese lastre social que siempre está al acecho y que nos acompaña, parece no tener fin ni mucho menos detenerse. Así que sea cual sea el candidato que nos pongan en los procesos electorales, el aparato financiero que se ha mantenido a lo largo de los años, seguirá siendo  intocable, inamovible y casi eterno para desfortuna nuestra. El sistema electoral mexicano ha sido entonces confeccionado para legitimar la ilusión de cambiar las estructuras que sostienen a este país y por consiguiente a la crisis permanente. Es decir, pueden cambiar las formas de hacer política pero la impunidad del poder que está detrás del sistema económico, pervive, sigue, está ahí y no se ausentará tan fácilmente. En suma, el sistema electoral fue diseñado para favorecer a los grandes grupos de poder económico y no para los ciudadanos, de tal modo que no habrá democracia efectiva en México en tanto la económica controle al régimen político.

El escritor ilustra su postura con la candidatura y el cuestionado triunfo de Enrique Peña Nieto y dice que la permanencia del priista no se sostiene en términos políticos, mucho menos en los intelectuales, pues en ambos terrenos ha sido claramente exhibido y derrotado. No. Lo que sostiene a Peña Nieto es el aparato económico, es decir la alineación de intereses del sistema económico ante la necesidad de seguir saqueando el patrimonio de los mexicanos. Esta es la realidad y está muy clara. Lo que se jugó en la elección del 1 de julio no fue la liquidación del actual régimen económico. No, el tema va más allá y tuvo que ver con cual de los candidatos aseguraba la continuidad de la política financiera.

Está visto, que Andrés Manuel López Obrador no representaba una opción para los actuales potentados, ni aún con Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, a quienes algunos lo ubican, de su lado. Lo anterior deja ver una vez más, que el sistema electoral mexicano no está hecho para la gente, sino para los monopolios, los que no conformes con el liberalismo económico, ahora exigen su supervivencia mediante la supresión de libertades políticas y civiles que otorgan al pueblo la posibilidad de dirigir su acción  en las decisiones oficiales y lograr con ello una democracia realmente efectiva. Por eso -dice finalmente el escritor-no es suficiente con salir a las calles a “exigir democracia “como ha ocurrido recientemente, es necesario pedir un cambio del sistema económico que sigue dominando al ejercicio político y no permite que algo ajeno a su estructura, cimentada en el Instituto Federal Electoral (IFE) le amenace. No hacerlo, no ir al fondo, no ir a la causa, significa nunca salir de ese círculo vicioso. Significa entonces ir de nueva cuenta sobre el gato pardo perverso y seguir dando vueltas y vueltas. No.

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