Desde el momento en que Dios nos creó a Su imagen y conforme a Su semejanza estábamos en condición de recibirle dentro de nosotros para que Él sea nuestra vida.
Nos fue dado un espíritu con el cual recibirle y un alma con la cual expresarle.
Aunque nosotros ya estábamos listos, Dios todavía no lo estaba, Él aún no había llenado todos los requisitos como para entrar en el hombre, y a fin de ser apto, Él tuvo que vestirse de humanidad a través de la encarnación y un vivir humano.
En los tiempos del Antiguo Testamento, Dios podía venir a los profetas, pero no podía entrar en ellos.
Muchos cristianos de hoy sólo saben cómo Dios viene a la gente, pero no saben cómo es que Él puede entrar en ella, en cierto sentido, son todavía creyentes antiguotestamentarios.
El Nuevo Testamento revela que mediante la encarnación de Cristo, Dios puede entrar en el hombre.
Él entró al género humano por una puerta estrecha al nacer de una virgen con quien vivió 30 años pero un día, Él salió de allí para comenzar Su ministerio, nadie podía reconocer que ese hombre, era Dios mismo. Al tener contacto con algunos pescadores jóvenes de Galilea, Él les dijo: “Venid en pos de Mí” y ellos lo hicieron, aunque aparentemente no había nada de extraordinario en Él, lo que tenía era un poder tan cautivador que Sus seguidores estaban fuera de sí por amor Suyo.
Ellos fueron atraídos al Señor porque había algo “magnético” en Él.
Ellos pasaron un tiempo maravilloso, los tres años y medio que estuvieron a Su lado. Sin embargo un día, Él les dijo que los iba a dejar porque tenía que ser crucificado. Esta palabra los turbó profundamente, en especial a Pedro.
Luego, el Señor les dijo que les convenía ya que si no, el Espíritu de realidad no podría venir sobre ellos (Jn. 16:7).
Hasta ese momento el Señor sólo había podido estar entre ellos, pero aún no podía entrar en ellos.
Después de Su resurrección, Dios en Cristo sería capaz de estar en ellos y ellos podrían estar en Él, como una vida injertada (Jn. 14:20). No obstante, Pedro y los otros discípulos tal vez preferían que el Señor permaneciera con ellos y también por qué no, pudiera entrar en ellos, aunque esa era una experiencia que no entendían porque no la había experimentado.
“Cuando yo era un joven creyente,me hubiese gustado estar vivo cuando el Señor Jesús estaba en la tierra porque me hubiera gustado verlo, oírlo y tocarlo”.
Aún en algún momento de mi vida me quejé con el Señor y le pregunté, ¿Por qué razón Él no me permitió vivir ese tiempo que estuvo en la tierra para haber estado en Su presencia física?, pero no me daba cuenta que es mucho mejor que Cristo esté dentro mí.
Y usted ¿Qué prefiere? ¿Que esté físicamente o en espíritu?
Cristo prefiere estar dentro de nosotros a fin de que podamos mezclarnos con Él, desea que permanezcamos en Él y para que Él (Jn. 15:4).
Ésta es la mezcla que produce una vida injertada, la clase de vida que nos transforma y nos conforma a la imagen de Cristo a fin de ser hecho apto para entrar en nosotros, Cristo tuvo que pasar por los procesos de encarnación, vivir humano, crucifixión, resurrección y ascensión y como Espíritu pudo descender sobre nosotros.
Entonces, lo único que nos queda es invocar con fe Su nombre “Oh, Señor Jesús, creo en Ti, Tu vida ha sido apta para que entres en mí y pueda expresarte a tu imagen y semejanza”.
Está es nuestra vida injertada con Cristo, unida a la Suya que nos transforma desde nuestro interior con Su vida y Su naturaleza misma.
Bibliografía:
Libro de Romanos en la Biblia y Estudio Vida de Romanos, autor Witness Lee
http://www.iglesia.net/index.php/estudios-biblicos/leer/estudio-vida-de-romanos/