Despedida en Manhattan

REFLEXIONES VALIOSAS

Hace unos años, Laura había dejado de amar a Octavio, luego de un intenso romance furtivo de unos meses; él, dolorosamente suplicaba… “no te vayas…” pero “ella ya se había ido”. -le dijo.

Octavio no quería despedirse… ella ya lo había soltado.

Exactamente sucede así en la vida. Hay cosas, entendiendo por ello situaciones y personas que ya se fueron, pero no queremos despedirnos, porque “parir, duele”
Despedirse, es el sinónimo de “dejar que algo se vaya”. Y eso significa Soltar, pero no es sólo el acto de dejar que se vaya aquello, sino de sacarlo de nuestro sentir. Y ese sentir puede ser -suele ser- profundo, arraigado, y muchas veces dañino. Me atrevo a decir que “siempre es dañino”. Me explico enseguida.
Emocionarnos con un evento, con un lugar, con una persona y con costumbres, es haber creado una forma de vida, aun cuando sea breve; en términos de habituación, esto lleva de tres días a tres meses para arraigarse como una necesidad. Así, el amor a primera vista puede durar tres días, tres meses, tres años y hasta tres vidas -dicen- pero de eso platicaremos luego, porque lo que hoy nos trae aquí, es “la despedida”.
Despedir, implica, “dejar de ver, dejar de observar”, es decir, separarse de la cosa observada, dejar “de ver” aquello. Y no siempre es tan cómodo porque nos acostumbramos a la recepción de algún beneficio de comodidad que aquello nos trajo.
Hoy, mi querido amig@ lector, lo más conveniente es despedir el año… y eso significa decir adiós. Y recuerde que la palabra “adiós” es un, apócope que acorta la expresión “A dios” que es una encomienda, una desiderata, una cosa que se desea a alguien: “que dios te guarde”. Por esa razón se confía en que aquello que se suelta, se deja en “buenas manos” y, como cuando emprende su vuelo, deja de mirar hacia atrás… porque, yendo en el avión, si voltea para atrás, sólo mirará el pasillo y a otros pasajeros con sus cargas emocionales reflejadas en su rostro, cada cual con lo suyo. Y, créame, a veces es mejor mirar a la azafata. En cambio, la despedida desde un barco, es más nostálgica porque es más lenta y uno puede mirar hacia el muelle que se aleja y sufre un arranque de querer arrojarse al agua, que es el vínculo material visible y la estela parece el hilo que poco a poco va soltando la mano que se agita a la distancia mientras suena el estremecedor silbato del barco… ¡Ah, me acordé en este momento de “Good bye, Manhattan”! (busque y escuche la versión de Bebu Silvetti, sentirá ese hermoso efecto de soltar).
Apreciable amig@, créame… soltar, vale la pena. Dejar salir de su pecho aquello que lo oprime, es el principio de la liberación; para eso son los suspiros, para dejar salir el ánimo en una fortalecedora exhalación. Así, sin mirar atrás, con enorme gratitud, porque, como haya sido… “ya fue…” Ahora, ¡A mirar hacia delante! Lo que viene, como venga, es bendición.
Le deseo, de todo corazón, dos cosas: Fortaleza para soltar y fe (autoconfianza) para agradecer lo que viene, porque lo que viene, como venga, es para su bien… Y lo que fue, también. Tan simple que es la vida y tan complicada que la volvemos. Reciba usted un “abrazzo” de su amigo, Ulises Franco.

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