Charla de desayuno entre amigos

Reflexiones valiosas


El abrazo entre más apretado, más alivio

¿Cuándo fue la última vez que dieron un abrazo? -Dijo uno.
¿Por qué la pregunta? -Dijo Juan, con un gesto medio burlón mientras untaba mantequilla a su pan.
-“Porque la neta, hace mucho que yo no recibo un abrazo” -Dijo.
Hubo un silencio y a los pocos segundos, Juan dejó su pan y se puso de pie, para ir a darle un abrazo, y nuestro amigo se levantó también y -hubieran visto- ese abrazo fraterno.

Todos sabemos -entre amigos- lo que a cada cual nos ha regalado la vida. A todos nos “ha regalado ausencias”, dijimos durante la charla.

Traigo esta breve historia porque no es superficial. El abrazo y su significado valioso en el desarrollo emocional, biológico, que trae consecuencias que por su valía interna, tienen hasta trascendencia ontológica (alterando la naturaleza del ser). Sí, es profundo el efecto.

Hace algunos años, en las escuelas, estaba prohibido dar muestras de contacto físico; lo vi sobre todo en los colegios de orden religiosa. Prohibiciones que tienen fundamento, claro, pero a veces absurdo, tergiverso y llenas de prejuicios; así que, en la medida de mis posibilidades yo patrociné el acercamiento de contacto respetuoso, el abrazo sin falsedad, el abrazo de corazón. En las reuniones de padres de familia y en los talleres de autoestima, promovía la calidez que se había perdido en la infancia “con las responsabilidades del crecimiento y la escuela” cuando todo empezó a formalizarse en nuestra vida.

Yo recuerdo la prohibición velada pero fehaciente, de que los padres no besaran a sus hijos varones porque “se hacían jotos” (respetuosamente dicho). Entonces, no pasaban de un abrazo apenas mostrado. Y qué decir de aquello de “no sentar a las niñas en las piernas de su padre” porque… bueno, usted sabe. ¡Claro!
Claro que había que tomar cuidados, pero no se instruyeron con libertad las ideas por el prejuicio sexual promovido por instituciones tan antiguas como manipulatorias. En fin.

Los seres humanos aprendemos el respeto cuando aprendemos a amar; no hay otra forma, no existe otro modo. El respeto es la muestra inicial del amor. Usted respeta lo que ama; y, si no lo respeta, es que no lo ama… ¡Así de simple! ¿Y el contacto físico, entonces? Bueno, mire, tan trascendental es, que si no está resuelta esa instancia infantil, de grandotes vamos a andar buscando “contacto físico” de manera válida o ilícita. Eso es una lacerante realidad. Bien fácil de entender la insaciabilidad sexual porque lleva la connotación de aceptación y contacto corporal, donde es muy fácil suponer amor ante la caricia. Y si, de niño se aprendió el doble juego emocional de “castigo-premio” para entender “eso de ser amado/aceptado” entonces se creó la condición necesaria para sembrar una “Ne-kedad” (necesidad, necedad) emocional.

Pongamos como ejemplo el abrazo familiar de navidad, ese tan bonito, lleno de perdón, irradiando buena vibra y comprensión, ese abrazo de aceptación de la persona porque es un ser querido, tu hermano, tus padres, tus hijos. Efectos “biembonitos” ¿Verdad?
Pues bien, ese efecto lindo, es lo que se necesita en la infancia para que el crío se desarrolle respetuosamente feliz; sí una buena dosis de abrazos de esos navideños diariamente y durante unos años.
Finalmente, amig@ lector, lo que nos hace falta como humanidad, es cercanía, lazos, vínculos de fraternidad… y hoy nos alejan, nos ataca la cultura del egoísmo, el alejamiento y aislamiento. Haga lo respetablemente prudente, abrace a los suyos. ¿Y sabe qué? ¡Abrácese usted mismo! Combatamos el autorrechazo, regálese comprensión, de ahí parte la autoestima… ¡La admiración y cariño propios!

De todo corazón les dejo un “abrazzo”. Su amigo, Ulises Franco

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