De: Martín Toranzo Alfaro / revistaelite_slp@hotmail.com / ttoranzorr@hotmail.com
Esos días solamente se hablaba de la trágica y cómica eliminación de la seleccion nacional de fútbol en Haití. Imposible de creer, un grupo de equipos de la zona mas pobre de América humillaron el orgullo nacional. No se podía entender como, pero nada se podía hacer.
Flaco como una antena, con un caminar dubitativo, creció a la sombra de sus amigos, todos ellos lo apocaban.
Diestro en la escuela que le daba un estatus superior con los compañeros que le rodeaban, sobre todo con los mas adultos de la edad adolescente, tenia una edad indefinida, entre trece y diecisiete. El decía tener catorce, los amigos de su edad no lo creían, parecía muy grande pero cuando decía que tenia diecisiete tampoco le creían. Era completamente lampiño.
Buen proveedor de respuestas y tareas en las clases más complicadas: Biología, física, matemáticas y química. Sus conocimientos eran su moneda de cambio en su pequeño grupo de amistades, compuesto por los gorilones de la escuela. El proporcionaba comodidad a sus amigos y ellos le pagaban con seguridad, siempre que surgía un altercado con sus pares, estos gorilones lo defendían y gozaba de inmunidad en contra del acoso natural que se presenta en una secundaria oficial.
Fuera de este círculo era un solitario, disfrutaba la soledad especialmente cuando caminaba sin rumbo. Nunca entendí esa propensión de aislamiento que lo distinguía pero supongo le proporcionaba placer. Era común verlo caminar solo por las calles ensimismado en su mundo, algunas veces parecía hablar para sí. Sus caminatas por el centro de San Luis eran rituales extremos que solo el comprendía. Luego supe de sus miedos cuando caminaba por ciertas calles que solo el sabia cuales eran. Tenia una forma extraña de cruzar las aceras, nunca he podido descifrar esas locuras que el creia inadvertidas.
Era común verlo llegar caminando a la escuela, siempre imaginé que lo hacia por falta de dinero para pagar el autobús. El dice que era su gusto por observar las cosas que sucedían en la calle. Todavía no entiendo que podía suceder en esas calles donde nunca pasaba nada.
Pedro Vélez le decía a Javier capitán de equipo de fútbol
__Cada semana aparece en el patio del edificio, invariablemente solo. Se detiene a ver en las ventanas donde pegamos las tablas de posiciones. Toma algunos apuntes y luego desaparece. Rara es la vez que contesta el saludo. Mi papá y mis hermanos dicen que lo han invitado a pasar al departamento, nunca les acepta la invitación, al contrario ni el saludo les devuelve.
Mira no te molestes, el siempre está listo y temprano cada sábado.
Juárez y la calzada Guadalupana. Juntas pero separadas. Esta avenida tiene en el centro un amplio andador con piso de piedra de cantera, creo la traían desde Escalerillas. El color del piso algunas veces rosado otras amarillo. La mejor hora para caminarla es por las tardes, antes de anochecer, puedes admirar desde la altura de la Caja del Agua el “cerro de la PEPSI”. No hay que olvidar el tramo del jardín Colón que se encuentra al norte. Este tramo pudiera llamarse el fin de la Calzada o el principio, dependiendo de tu gusto. Comienza desde el sur en el Santuario de Guadalupe, termina al norte en el jardín Colón. Desde el monumento que tiene un reloj muy exacto se distingue un desnivel en la calle, justo en la esquina de la avenida Juárez y la calle Miguel Barragán. Siempre me intimidó pasar por allí, era un vado que subía y ponía al mismo nivel el principio de la calzada con el final de la calle. Muchas veces soñé que mis zapatos con suela de vaqueta se atoraban y no podía moverme. Por el miedo al desnivel nunca me acerqué. Desde el corredor del Jardín Colón lo miraba sin aproximarme a más de tres metros. Sigo sin conocerlo de manera íntegra, había una alcantarilla que corría debajo de rieles metálicos con una separación entre ellos lo suficientemente amplio para poder quedar atrapado en la parte media y con el temor de ser tragado sin remedio.
Avenida Juárez esquina con Arteaga. Un edificio de departamentos. Patio amplio, ventanales alrededor. El ventanal más grande era el más concurrido. Llegaban como peregrinación capitanes, árbitros y curiosos, tomaban apuntes y se iban. Pegados con cinta adhesiva o diurex, 12 hojas que cubrían el ventanal más grande completamente. Era miércoles, Deportivo 5 de mayo, 36 puntos líder en la categoría pre juvenil. Esta era la única tabla de posiciones que le interesaba. Las otras hojas tenían mucha más información. Tablas de posiciones por categoría. Goles a favor por equipo y líder de goleo. ¿Para qué verla? sabia que nunca estaría allí, no recuerdo cuantos goles anoté, fueron muy pocos… ¡De nuevo ganamos! y nos dieron 6 puntos en la mesa. No recuerdo sus nombres, su apellido era Restrepo. Eran tres hermanos, morenos chaparritos y gorditos. Eran hijos del presidente y dueño de la liga de fútbol ACJM. Tres de la tarde, cada jueves, comenzando la primera clase en la secundaria ETI 57, cruzando la calle el Estadio Plan de San Luis. Este sábado jugamos contra el Boca Júniors, campo 2 del Saucito.
El Saucito. Comunidad conocida en San Luis Potosí, por tener entre sus límites dos panteones o camposantos sobre la avenida Fray Diego de la Magdalena: luego se convierte al sur en la Damián Carmona. Son dos panteones, los conozco como el panteón nuevo y el panteón viejo, a decir verdad no se cual es cual. Sábados y domingos se llena de gente que de no se dónde viene, y veo que se convierten estos días en celebración gastronómica al borde de la parte frontal, no importa que se celebre, el calendario solo existe para el sábado y domingo, después, los días restantes desaparecen y comienza una semana nueva “de dos días”. Una “tostada borracha” pide una mujer entrada en canas y con un delantal de colores que no se distinguen por lo deslavado. La circunferencia total del platillo es similar al tamaño de una guaripa. Elaboradas con maíz apenas cocido, se distingue de otras tostadas por su color oscuro que asemeja una oblea gigante de piloncillo. Se dice es “masa quebrada”. Cuando se añade una cuchara gigante de frijoles de la olla luce como un gran comal, para luego cambiar su cara y vestirse de colores verde y rojo que le dan los ingredientes finales, nopales cocinados, una salsa de color “rojo cansado”, picosa como la “lengua de una marchanta”. Si no conoces este lugar será imposible saber que más al norte se encuentra la iglesia del Saucito. Que funciona como terminal de autobuses y como mirador de un grupo de campos de fútbol, donde algunos despistados llegan a jugar en la “semana corta”.
Ya sabes, es en el campo Saucito 2. Solo tomas el autobús Saucito – Retornos, te bajas hasta que llegue a la terminal frente a la Iglesia. Pasando la capilla hay varias pilas de postes para teléfono. Camina sin parar, lo primero que vas a mirar es el campo uno. No te detengas ni hagas caso a los teporochos de las pulquerías que en “El bar Árbol” llegan como a las dos de la tarde después de cobrar cada sábado.
Uno cincuenta ($1.50), acuérdate del arbitraje. ¡Ahh si!, cada sábado llegaba con la esperanza de completar un partido. Las tres de la tarde, el arbitro llama a los capitanes en la mitad del campo, Los del Boca Juniors eran diez, nosotros once ¡Hay juego! gritó el “silbante polilla”. No llegaron los hermanos Restrepo, ¡buenas noticias!, _vas a jugar flaco ponte esta camiseta y la casaca naranja_.
Mejor no podía comenzar para mí el juego. Después de pagar un peso con cincuenta centavos comienza el sufrimiento de los primeros minutos, siempre los más difíciles para mí. Primero con la falta de unos zapatos apropiados para jugar (tacos con tachones) de la talla exacta. El campo de tierra era lo mejor que podíamos conseguir. Los campos de pasto eran inalcanzables para el presupuesto de la liga. “La apostólica “, la unidad “López Mateos” y el “Plan de San Luis”, ni en sueños.
Comienza el partido:
Ya en el juego, _vas a jugar en la mitad del campo. No subas tanto, pero no bajes demasiado_-
Era una posición cómoda, solo tenia que cubrir un área que no pasaba de la dimensión de una cancha de volibol en la que jugaba. Mis tacos de una talla mas grande que la mia me daban servicio suficiente para cubrir mi campo ya que en el mercado 16 de septiembre (los fierreros) no había para escoger.
_Primer toque flaco; ¡no te quieras quedar con la bola!_.
Pasaron los primeros minutos de juego sin sobresaltos. Siempre que oía el ronroneo del autobús acercándose a la Iglesia del Saucito sentía algunos nervios. Terminó el primer tiempo del juego, no hubo sobresaltos. Al comenzar el segundo tiempo, a los diez minutos el ruido que hacia el motor del camión urbano no le afectó. Ya es tarde para que vengan los tres hermanos. Siguió jugando sin preocupación, el partido ya lo ganaba 2-0. Quince minutos después salió el balón por la línea lateral, era su zona y le tocaba hacer el saque de banda. Otra vez apareció otro autobús, ya iba de regreso al centro de San Luis. Después de cobrar el saque de manos no lo podía creer. Se acercaban caminando los tres hermanos Restrepo. Siguió jugando y pensó , _ya veo visiones_. Continuó jugando con algunas dudas, el arbitro pita un saque desde la portería.
_Flaco_. Se le acercó Javier el capitán del equipo.
_Te vas a descansar, entra Pedro Restrepo por ti_.
Una vez mas no podía terminar el partido, era el minuto veinticinco de la segunda parte. Llegando a la media cancha y por la línea lateral, estaba Pedro. Ese día como siempre solo traía puesto el calzoncillo y las medias.
_Préstame tus tacos y tu casaca_. Otra vez fuera del campo sin zapatos y con coraje que le reventaba el pecho.
_¡Cambio!_ Gritó el árbitro.
El Flaco se quedó pensando en silencio, sólo por un minuto.
!Si quiere jugar, que juegue descalzo!.