Por Diana López
La mesa ya estaba servida.
Lulú con entusiasmo cocinaba.
Y desde el otro lado del mundo, con Juan Manuel platicaba.
De repente la muerte a la mesa ya se encontraba.
-Qué rico huele lo que cocinas- le dijo entusiasmada.
Lulú la miró enojada.
-Para ti aquí no hay nada- así que date la vuelta y vete por la entrada.
-Uy, qué pena me da tu caso- porque a ti es a quien ando buscando.
-Pues te equivocaste de casa. Y no me molestes porque estoy ocupada.
De eso, hace un par de días.
Hoy, la cocina luce vacía.
Y es que Lulú yace fría porque la flaca se la llevó aunque no quería.