Cuando sus ojos vieron por primera vez la luz del sol, el color azul se confundió con el mar y el cielo. Siempre creyó que su nombre se debía a la similitud con la libertad. Inquietudes inciertas gratuitas nublaron su temprana existencia; objetivos frustrados al no encontrar respuesta en su búsqueda. Estuvo muy fregada como para darse cuenta de que vivía oculta tras las rejas, al correr de los años.
Su carácter cambió y nacieron: la seguridad, la fuerza del espíritu y el aplomo. La vida la convirtió en una mujer fregona, y no por trapear el piso, sino por vencer temores, miedos, y al mal tiempo darle buena cara; por luchar en la vida, en días calurosos, nublados o fríos. Tranquilidad erguida en firme desempeño. Era entonces feliz y enamorada del amor.
De repente se rompió la calma, un aguacero inesperado empapó su dicha. ¡Se sintió devastada! Se dispuso a fregarse, a luchar en soledad por salvar a tres inocentes vidas, trabajando para cubrir las necesidades básicas de alimento, educación y vestir sencillo. Bendito el Colegio Welcome, que le dio la oportunidad de obtener su título de Secretaria Ejecutiva Bilingüe, con el que salió adelante.
De repente se escuchaba decir: ¡qué intensa es Marcela! Esta actitud de fregona, siempre fue por el afán de llegar victoriosa a la meta y soltar al final, a buen resguardo, la carga.
La época de cosechar empezó, Marcela decidió llamarla “La Vagancia”. Época productiva y creativa en la cual afloraron sus habilidades por la escritura. Sus compañeros: los libros, la computadora y la televisión, coexistían con ella en un diminuto cuarto, del cual hizo alusión como su Gran Casa.
Marcela Siller Gómez
18 de septiembre de 2017