Un orden secreto
Debe haber algún orden secreto en el azar, que, como dice el personaje que interpreta Max Von Sydow en Cae la nieve sobre los cedros (Snow falling on cedars), todo lo gobierna, menos el amor.
Por azar nos enamoramos (¿por azar o debido a algo más intrincado que está por debajo?) y también de ese modo suelen llegar las cosas hasta nosotros; en este caso fue la película Vidas pasadas (Past lives), de Celine Song, a quien pertenece también el guión, que llegué a ver precisamente por casualidad. Una obra con algo de autobiográfica, sensible, sencilla y profunda al mismo tiempo.
Si algo sucede entre dos personas, un sentimiento, un roce, un contacto fugaz, es que en una vida anterior hubo un secreto vínculo entre ellas (eso se llama In Yun): un amor, un encuentro, un episodio lejano e inaccesible, dice Nae Yong (el personaje que magistralmente interpreta Greta Lee).
Desde los doce años Nae y Hae están enamorados y lo que suceda en más, también acontecerá en intervalos de doce años.
La historia me impacta porque mi amor de niñez es algo que –aunque lo intenté- nunca pude dejar atrás. La pregunta es si se trata de un amor verdadero o falso: ¿responde a un ser real o a la pura imaginación?
Hoy tengo la respuesta: no corresponde a un ser real sino a una impresión infantil, pero me marcó de una manera muy real. Todavía siento un beso que, aunque quedó muy atrás, fue inesperado y único.
Teo Yoo como Hae; Greta Lee como Nae y John Magano como Arthur
¿Quiénes son?
En el comienzo de la película vemos a tres personajes en la barra de un bar. Dos de ellos –una pareja- son asiáticos, el tercero es norteamericano. Una voz en off especula: se trata de una pareja asiática y de un amigo; pero el posible amigo está en silencio porque la pareja habla entre sí; o puede que la pareja sea la otra, la de la mujer asiática y el americano, pero entonces por qué no hablan con él; o puede que los de la pareja asiática sean hermanos, o probablemente se trate de viajeros y el americano sea el guía, pero siendo las 4 de la mañana eso es poco probable.
Ese narrador, de tan breve y decisiva intervención, uno que no sabemos quién es, sin embargo hace una observación decisiva.
Quizás la historia pueda explicar eso. Quizás no.
La secuencia termina con la imagen de Nae mirando hacia la cámara y hacia ese narrador: es verdaderamente hermosa y en su rostro se refleja algo muy profundo que siente y que adivinamos que es imposible de poner en palabras ¿pero qué es lo que en verdad siente?
Seun Min Jim como Hae joven y Seung Ah Moon como Nae Joven
Un amor con comienzo pero sin final
Nae y Hae (también magistralmente interpretado por Teo Young) han vivido un amor de infancia marcado por el exilio: la familia de ella decidió dejar Corea para radicarse en Canadá (“cuando algo se pierde algo se gana”, dice la madre de Nae enunciando la curiosa y poco comprobable ecuación que justifica el exilio).
Lejos de haberla olvidado, Hae la busca incesantemente por ese universo de posibilidades, laberintos, falsas esperanzas y hallazgos que conocemos con el ubicuo nombre de “las redes”. Ella ha cambiado su nombre por el de Nora, pero él puede encontrarla porque el padre de Nae ha sido director de cine y eso le permitió rastrearla a partir de sus películas.
Doce años más tarde –el eje temporal se fragmenta en períodos de esa duración en que alternan el presente y las instancias del pasado- se reencuentran y se comunican a través de sus pantallas. Lo que sucede es extraño: aquello que los separó a la vez subsiste; el vínculo no puede materializarse pero sobrevive vaya a saber por qué razones, unas que será necesario investigar. Pronto comienzan a depender de esos diálogos y a plantearse alternativas de vida que no podrán concretar.
Sin embargo, ella renuncia a toda posibilidad de encuentro porque sólo le será posible viajar a Seúl en un año y medio, no obstante, vive buscando vuelos a esa ciudad y decide, un buen día, interrumpir las llamadas –lo que virtualmente destroza a Hae, incapaz de poder vivir otras relaciones comparables a esa- no obstante, luego de un nuevo intervalo de otros doce años, la comunicación es nuevamente reanudada hasta el encuentro: él viajará a Nueva York, donde Nae vive con Arthur, su marido. Los amigos de Hae le preguntan para qué viajará si ella está casada y él les asegura –aunque su mirada diga otra cosa- que solamente irá a Nueva York de vacaciones.
Lo que sucede entonces es imposible de encasillar ni de definir.
Un amor puede marcar a alguien para siempre, aunque no tenga posibilidades de ser explorado gozado o vivido.
Un espacio a donde no se puede entrar
“Sabes que cuando sueñas hablas en coreano” dice Arthur (John Magano), el esposo de Nae –que ha cambiado su nombre por el occidental Nora- y agrega que hay un mundo en ella al cual él no puede llegar y se pregunta por el azar que los ha reunido; se interroga acerca de que hubiera pasado si en lugar de a él ella hubiera conocido a otro en la residencia de escritores donde se vieron por primera vez, luego de lo cual vivieron juntos para ahorrar un alquiler y se casaron para que ella pudiera obtener la residencia en Estados Unidos. Quizás ese otro podría ocupar el lugar de Arthur, o si la vida que ella tiene a su lado –en un pequeño departamento de East Village- es la que había soñado. Es la que vivimos, es lo real, le dice ella ambiguamente.
Los amores imposibles tienen la medida de aquello que pudo haber sido, de las posibilidades frustradas y de lo que brinda una elección basada en el amor intenso pero cabe la pregunta: ¿podría ese amor resistir la prueba de la vida cotidiana?
“Tuviste que irte para ser tu misma y la razón por la que te amo es porque eres tú misma” le dice Hae; ella le contesta que “la niña que recuerdas ya no existe, la dejé atrás contigo”, pero sus miradas desmienten haber dejado ese antiguo amor en otra vida.
Las palabras son pocas, puntuales, delicadas; es en ellas y en las imágenes y los tonos de voz donde todo reside.
Nae y Hae se ven varias veces en Nueva York y el día previo a la partida de él, ella lo conduce a su departamento, le presenta a su marido, van a cenar y luego a un bar.
Igual que cuando tenía doce años, ella se refiere a él como alguien varonil. Es así, alguien varonil, pero de una mirada profunda, nostálgica y triste. Nada que no sea ese amor termina de colmarlo y ese amor está muy lejos de colmarlo, pero es imposible renunciar a él.
Más tarde, en un bar, con Arthur que en silencio los mira sin entender lo que dicen, Hae se pregunta cómo hubiese sido su vida juntos si el exilio no los hubiera hecho separarse, o si él hubiera ido a Nueva York doce años atrás.
Por fuera de los requerimientos de la vida cotidiana, el amor imposible sigue vivo en toda su intensidad, en todas sus preguntas y en toda su frustración.
La realidad nos quita un sueño o nos hace renunciar a él pero a la vez nos brinda algo que debemos valorar, porque allí reside la otra verdad: la del desafío de construir una vida con otro.
Ese mensaje podría ser la moraleja de la historia si no fuera porque algo muy importante de esa historia quedó fuera de ella y, en última instancia, nunca se conocerá la respuesta.
Antes eran niños, luego hablaban por medio de dos pantallas, pero ahora son seres reales y algo muy poderoso hay entre ellos.
En la despedida, él se pregunta por el In Yun, y se dice que este presente puede ser una vida pasada y que, probablemente, serán otros seres en el futuro y quizás su amor sea entonces posible.
Un paisaje bello, neblinoso y nevado
El poder inexplicable de un amor que subsiste pese a la imposibilidad de su realización y que ello sucede por imperio de las circunstancias, pero más que nada por la voluntad de alguien que toma una decisión irrevocable que implica dañar a otro, me condujo al recuerdo de otra película: Cae la nieve sobre los cedros, (Snow falling on cedars) de Scott Hicks, sobre la novela de David Guteson.
De un preciosismo en las imágenes muy poco frecuente en el cine, el lenguaje visual trabaja a partir de la permanente fragmentación del eje temporal, que nos lleva desde los años de 1930 a 1941 y luego a 1950, época en que comienza la narración y en la cual, en medio de una fuerte tormenta de nieve, se lleva a cabo un juicio en el pueblo de San Pedro, en la parte norte de las costas del Océano Pacífico. El cambio en los tiempos de la narración e imágenes que corresponden a distintas épocas y a distintas circunstancias, van llevando la historia.
Los escenarios alternan entre los buques pesqueros en un paisaje tan bello como hostil, las plantaciones de frutillas, el pueblo, las granjas, la guerra y los campos de confinamiento para los japoneses y los ciudadanos norteamericanos descendientes de japoneses.
La lluvia, siempre la lluvia, se desliza sobre los cuerpos como si los besara y abrazara; todo lo hace más intenso y Hatsue e Ishmael niños, se refugian en la cavidad de un enorme cedro y es posible ver los largos hilos formados por las gotas de lluvia caer desde las ramas más altas. Es en el bosque donde viven primero un amor infantil y luego uno de adolescencia y de juventud, prohibido más que nada por el mandato materno de Hatsue, que prohíbe a su hija mezclarse con los blancos.
El amor es tan secreto y vedado como intenso; pero sobreviene el ataque a Pearl Harbor y la guerra y de pronto los japoneses y sus descendientes –que antes eran vecinos y amigos- de un día para otro son asumidos enemigos, aunque no hayan hecho nada.
Como sucede en determinadas circunstancias extremas, toda racionalidad y toda solidaridad desapareen y sobrevienen el odio y la intolerancia. Los cursos que encauzan ese río que es la vida normal se desbordan, los diques se rompen y algo oscuro todo lo anega y arrasa con lo que encuentra a su paso.
Hatsue (Yuki Kudo) y su familia con confinados en los campos de concentración destinados a los ciudadanos de ascendencia japonesa y a los japoneses; pierden sus propiedades y pertenencias más íntimas y les son arrebatadas las cosas que conservaban del viejo país.
Son conmovedoras las fotos que de estos campamentos sacó Dorothea Lange: se muestra a los niños confinados con la bandera norteamericana en sus pequeñas manos.
El de la injusticia es el verdadero tema de la película.
Dorothea Lange, fotos en los campos de confinamiento para japoneses y ciudadanos americanos descendientes de japoneses
Dorothea Lange, fotos en los campos de confinamiento para japoneses y ciudadanos americanos descendientes de japoneses
Es en este paisaje de pesadilla en que Hatsue rompe violentamente su vínculo con Ishmael porque la madre de ella ha descubierto el romance.
Arthur Campbell (Sham Sheppard) padre de Ishmael es el director Island Review, el diario del lugar y como periodista, ante lo que sucede, escribe argumentando que con el criterio impuesto, los italianos y los alemanes también podrían ser considerados enemigos igual que los japoneses y sobre el deber de todos de actuar de un modo que, una vez terminada la guerra, pueda ser calificado de honorable. Es amenazado e insultado debido a sus palabras y las suscripciones del diario son canceladas. En determinadas circunstancias, la solidaridad, los principios y la verdad son las primeras víctimas.
Hay veces en que la propia humanidad es juzgada
Hatsue se ha casado con Kazuo Miyamoto, un pescador y luego de un accidente en el que muere otro pescador, Carl Heine (Daniel von Bargen), Miyamoto es imputado por el homicidio –sobre bases débiles, puramente circunstanciales y prejuiciosas – y llevado a juicio.
Más allá de ciertas debilidades del argumento, queda claramente presentado el motivo central de la película: el prejuicio y la injusticia que implica.
La nieve parece haberse llevado el paisaje y puesto en su lugar una imagen velada de él, como si fuera irreconocible.
De regreso de una de las sesiones del juicio la camioneta de la familia de Hatsue se sale del camino e Ishmael los lleva en el Chrysler Airflow que había sido de su padre. Hatsue parece despreciarlo, le reclama que, como hubiera hecho su padre de haber vivido, debería escribir sobre la injusticia del juicio. Él le contesta que sí, que debería escribir sobre la injusticia con que unas personas actúan contra otras.
Al disponer un receso luego de la audiencia del día, el juez Fielding (James Cromwell) recuerda que al día siguiente se cumple el noveno aniversario del ataque a Pearl Harbor, pero que esa circunstancia es ajena al juicio y no debe ser tenida en cuenta.
Ishmael ha perdido un brazo luchando en la guerra, en un momento visita nuevamente el cedro donde se amaban con Hatsue y al verla intenta acercarse a ella –que siempre lo rechaza- y le pide que lo abrace y que luego de eso no volverá a verla. Hatsue de nuevo lo rechaza, le dice que ella le ha hecho algo muy malo y que él debe olvidarla.
Precisamente, una de las debilidades del argumento es que, en su propósito de escribir un artículo sobre la tormenta de nieve y buscar antecedentes de otras tormentas de parecida intensidad, Ishmael revisa los informes del guardián a cargo del faro y advierte que a la hora del accidente un buque perdido en la niebla pasó justo por el canal donde estaba el barco pesquero de Heine, y que la muerte se produjo porque el pescador cayó del mástil debido al golpe sobre el suyo del otro barco y, atrapado en sus redes, se ahogó. Todos los indicios coinciden y explican el hecho.
La pregunta es cómo la investigación policial pudo llevar un caso a juicio sin analizar estas circunstancias.
Sin embargo, Ishmael –que al principio quiere convencerse de la culpabilidad de Miyamoto- no revela enseguida su hallazgo. Solamente lo hace cuando, luego de los alegatos, el jurado está deliberando.
Es el prejuicio el que construye la historia y produce versiones sobre lo que pasó, sin que sea posible indagar la más simple de las explicaciones.
Max von Sydow como Nels Gudmunsen
Max von Sydow, en su personaje de Nels Gudmunsen, el defensor de Miyamoto dice en su alegato que el que se está llevando a cabo parece un simple juicio en un pueblo perdido, pero que no es así, que hay veces en que la humanidad es sometida a juicio, y la integridad y la dignidad, y ciudadanos corrientes son convocados para evaluar y calificar a la humanidad.
En el final, el juicio es desestimado ante la nueva evidencia, una de la cual surge que nunca hubiera debido ser llevado a cabo.
La verdad se impuso al prejuicio pero por un hecho circunstancial.
En la última escena es Hotsue quien cruza una calle blanca de nieve hacia la figura solitaria de Ishmael, que se aleja rumbo a su auto y ella lo abraza. Kazuo Miyamoto ve al periodista de lejos y ni siquiera lo saluda.
Ethan Hawk como Ismael Chambers
El amor de Ishmael subsiste. Subsistirá para siempre, él es el amor que siente por alguien que no termina de saber si lo ama o lo desprecia.
Una certeza y muchas preguntas
A veces pienso si la fuerza de un amor tan absoluto reside precisamente en la imposibilidad de alcanzarlo, y que obedece a la necesidad de anhelar algo para no poder conseguirlo, algo que es eterno, que resiste la prueba del tiempo y que acaso no podría resistir la de la vida diaria ¿o sí? nunca lo sabremos.
Mae y Hae e Ishmael tienen ese amor lejano como una certeza de la cual no es posible salir; una certeza y muchas preguntas que los personajes se formulan y para Ishmael será siempre una herida abierta. Su propia vida es una herida.
Lo único cierto parece ser que es posible seguir sintiendo un beso inesperado que nos marcó para siempre y que para siempre nos dejó la sensación de algo inconcluso.
Eduardo Balestena, 1/3.XII.24
Trailer de Vidas Pasadas
Trailer de Cae la nieve sobre los cedros
https://www.youtube.com/watch?v=SefxATAWfUc