Exiliado en Prades del Conflent, en la Cataluña francesa, Pau Casals, cellista, compositor, pianista, director de orquesta (Vedrell, Tarragona, 29.XII.1876; San Juan de Puerto Rico, 22.X.1973), hijo de Carles Casals i Ribes, quien le brindará sus primeros conocimientos musicales, y de Pilar Defillió Amiguet, de quien heredará su tenaz determinación, ha decidido no volver a tocar en público hasta que las democracias occidentales no condenen el régimen de Franco.
Esperará en vano. Pese al genocidio perpetrado, las democracias tuvieron por “legítimo” a dicho régimen fascista y ninguna de ellas lo condenó.
El músico virtuoso que redescubrió las suites de Bach para cello –desde los trece años hasta los 96 tocó una de ellas cada día de su vida- que cambió técnica y el estilo en la interpretación del instrumento, brindándole el papel solista que tiene hoy y relevándolo de la habitual función de suporte armónico, renunció a una exitosa carrera internacional para no dejar de ayudar a los exiliados y lo hizo con todos sus recursos (materiales y espirituales) y persistió en sus principios hasta las últimas consecuencias.
Un hecho central para la vida y carrera de Casals, así como para la música del siglo XX, fue el referido hallazgo de la partitura de las Suites para Cello de Johann Sebastian Bach en una librería de ocasión en Barcelona. Obras que no formaban parte del repertorio de conciertos pero que eran capaces de contener toda la gradación de emociones y los recursos formales imaginables, las estudió durante cada día durante trece años antes de tocarlas en público por primera vez y las impuso como parte del repertorio del instrumento.
Ello sucedió en la época en que pasó desde su Vedrell natal a la gran ciudad, para llevar a cabo en ella sus estudios musicales. Sufrió profundamente al descubrir la pobreza y las enormes desigualdades que existían en la sociedad, que lo afectaron a grado extremo. Conoció allí a Isaac Albéniz y Enrique Granados, con quien mantendría una gran amistad hasta la trágica muerte del autor de Goyescas, junto a su esposa Amparo Gal, en 1916.
Se graduó con honores en Barcelona en 1893.
En Madrid (1893) fue becado por la reina María Cristina (más tarde, dado su ideario democrático, la dictadura de Primo de Rivera lo distanciaría de la monarquía española). Estudió posteriormente en Bruselas (1895), pero al sentirse menospreciado por un profesor, quien sin embargo reconoció inmediatamente sus excepcionales dotes, decidió marcharse a París, donde, ya sin beca, sufrió grandes privaciones; sobrevivió tocando en los cafés; en la urbe fue testigo de la enorme pobreza que padecían muchos habitantes de esa gran ciudad.
En 1896 volvió a Barcelona y gozó del apoyo del profesor Josep García, lo que le permitió desempeñarse como docente del Conservatorio del Liceu. Comenzó también a tocar en formaciones musicales estables y a llevar a cabo giras de conciertos.
Gracias a la invitación de Charles Lamoureaux hizo su debut en París en 1899. Ello lo consagró internacionalmente de manera definitiva y lo llevó a hacer giras de concierto en América.
En 1905 fundó el famoso trío Cortot-Thibaut-Casals. También muy exitosa fue su gira por Rusia (1905), que le permitió conocer a compositores como Rachmaninoff y Prokofiev; sin embargo, y pese a las invitaciones posteriores, sus ideas en favor de la libertad hicieron que no volviera al país luego de la revolución de 1917.
De nuevo en Barcelona creó la Orquesta Pau Casals (1920), y la Asociación Obrera de Conciertos (1926), cuyos miembros podrían acceder, mediante el pago de una exigua cuota, a todos los conciertos. Consideraba a la música un vehículo espiritual y una herramienta de liberación.
La actitud primordial
El poder del silencio (Manuel Huerga, 2017) es la película que reconstruye la etapa de la vida de Casals que va de enero de 1939 (fecha en la cual es amenazado y debe exiliarse) a 1950. La enorme actividad llevada a cabo por el músico a lo largo de toda su vida abarca otros aspectos, como su lucha incesante en favor de la paz mundial y en pos de la música como formadora y herramienta para el propósito de elevar espiritualmente la condición humana.
El filme comienza con las circunstancias de dicho exilio y prosigue con la voz de un narrador, Pierre Fermat, joven músico que llega a tomar clases con el maestro. Todo lo que sabe es que éste dejó de tocar como protesta; sin embargo, su mentor –Antoine Giraud- le ha dado una carta de recomendación porque consideró que debía perfeccionarse con el artista. Giraud y Casals, que habían formado décadas atrás un relevante dúo, han permanecido distanciados debido a la actitud adoptada ante el nazismo por cada uno de ellos.
Lo que habrá de comenzar no será un simple aprendizaje de la técnica musical y el hallazgo, por parte de Fermat, de su propia voz sino algo mucho más profundo: la iniciación en la actitud inquebrantable ante la vida y las ideas, asumiendo sus consecuencias, sin dejar de sostener esas ideas en ningún momento, “el sentido del compromiso y el poder de un silencio”, dirá el personaje hacia el final.
Casals vive humildemente, como un hermitaño, en Villa Colette, una casa sencilla, muy diferente a aquellas en las que había vivido antes de la guerra.
Concluida la Segunda Guerra Mundial es invitado a ofrecer una serie de conciertos en Inglaterra; acepta con la esperanza de encontrar apoyo internacional para derrocar el régimen de Franco. Pensaba que tras el triunfo aliado y el advenimiento de la democracia en Europa España iba a quedar como una suerte de isla de totalitarismo, un resabio del fascismo criminal de la década del 30.
Sus esperanzas se verán defraudadas. Inglaterra expresamente rehúsa brindarle apoyo; la reacción del músico será entonces tocar en público por última vez la obra El canto de los pájaros (El cant dels ocelles), una antigua y desgarradora melodía folklórica catalana, que “nace del alma de mi pueblo…mi conciencia y responsabilidad personal me impulsan a protestar de la única manera que puedo, dejando de tocar…No volveré a tocar en otro país hasta que las democracias no condenen al dictador y ayuden a mi pueblo a recuperar su libertad. Mi violoncello es mi voz, silenciarlo es un gran sacrificio para mí, quizás el mayor de los sacrificios, pero el violoncello es mi única arma hasta que Cataluña vuelva a ser Cataluña”.
El sufrimiento en los campos de concentración para los refugiados, verdaderos lugares de abandono, agonía y muerte, que ha visto ha sido de una magnitud tal que no concibe que las democracias no condenen a los sublevados que lo produjeron, ni que acepten su régimen asesino. Aquello que repugna a una conciencia no repugna a la política y la suya es una voz solitaria.
Su protesta implica la renuncia a una gran carrera internacional: pudiendo ir a América, como tantos otros, sin embargo permanece en Francia. Lo hace a costa de grandes riesgos (ya que figura en primer término en una lista de personas a ejecutar en caso de ataques de los resistentes a los nazis); asimismo, sus cuentas bancarias han sido bloqueadas por los alemanes, al rehusarse a tocar ante Hitler, actitud coherente con su negativa a tocar en Italia, España y Rusia.
Permanece allí a pesar de todo: no puede abandonar a los exiliados, ya que ha decidido dedicar todo su tiempo y sus esfuerzos para ayudarlos: “si algo he hecho bien en mi vida es eso”, agrega.
Hay una actitud esencial: es hacia la vida, la libertad, lo justo. Tal actitud involucra a todos y está más allá del beneficio individual. No es justo tenerlo todo cuando otros lo han perdido todo. El sufrimiento ante la desigualdad social es tan firme como el talento musical y éste sirve a la lucha contra aquella.
Por más virtuoso, el músico no prevalece sobre el hombre y el arte no prevalece sobre la vida sino que adquiere sentido cuando puede defenderla.
El exilio marcó a muchos intérpretes: más importante que la música es la actitud ante la vida –dicen en la película él mismo y Madame Capdeville, su compañera de entonces- ; sin embargo, otros pensaron que un músico sólo se debe a la música, porque ésta se encuentra más allá de la política, de la moral y de cualquier otra circunstancia; cerraron los ojos y siguieron tocando a cualquier precio.
En una parte el gran violinista Alexander Schneider, su discípulo, le entrega un regalo: las obras de Bach dedicadas por 50 virtuosos que firmaron en prueba de su admiración y cariño. Entre ellos están Bruno Walter, Arturo Toscanini, Dimitri Mitropoulos y Arthur Rubinstein. Algo los une como resistentes al totalitarismo: el amor a la libertad y a la música.
El compromiso verdadero es obedecer a reglas inspiradas por la nobleza y la justicia y seguirlas a cualquier precio.
Vida y música
En la película, el guión de María Jaen y Jordi Vallejo toma para los diálogos frases y conceptos de Casals con las mismas palabras con las cuales las expresó en distintos reportajes. Surge así, fielmente y con espontaneidad, su concepción del arte y de la vida.
Fermat, el narrador discípulo, pone en duda su vocación. Es tanto lo que Casals y la música le demandan que no se encuentra seguro de poder cumplir con una exigencia tal alta y renuncia. Sin embargo el maestro lo convence: un don es algo que viene dado; no significa ningún mérito; pero tenerlo implica un compromiso y es imprescindible alimentar ese don, cultivarlo, trabajarlo y compartirlo. Sólo hay tres cosas que hacer a partir de ello: trabajar, trabajar y trabajar.
El trabajo personal es un saludo a la vida porque la vida y la música van de la mano. El privilegio de dar vida a las grandes obras de la música implica la obligación de interpretar esas obras con integridad absoluta y brindárselas a los demás.
Un don es algo destinado al prójimo, quien lo tiene no se pertenece enteramente a sí mismo sino que obedece a algo que va más allá de sí.
“Qué relación tiene usted con su cello” pregunta el maestro, quien afirma “Mi cello es mi compañero inseparable, él me quiere y yo lo quiero y suena bien para hacerme feliz” y concluye aseverando que “cuando sepa si su cello lo hace feliz, tendrá la respuesta”. El instrumento es tan inseparable del artista como lo son el arte de la vida; se nutren el uno al otro, se dan sentido el uno al otro y conforman una unidad inseparable. Podemos pensar que todo arte es así: un destino que no se elige pero que se asume, uno en el cual aquello que se produce y la propia vida son lo mismo.
Yehudi Menuhin señala en una entrevista que Casals era “un joyero meticuloso y preciso, buscando los más pequeños elementos y que concebía la obra de un modo global y al mismo tiempo en cada detalle”. El artista conoce, reflexiona y ejecuta y al hacerlo se libera a sí mismo y ayuda a liberarse a los demás.
Ante el doscientos aniversario de la muerte de Johann Sebastian Bach (1685-1750), Alexander Schneider ha organizado un festival en Estados Unidos que contará con la presencia de músicos de los más destacados. Pretende convencer al maestro de que asuma la dirección musical y toque las suites para violoncello.
Schneider declara que al visitarlo en Villa Colette cocina allí para él y en medio de la velada le hace el ofrecimiento. Sin embargo Casals se niega porque las democracias siguen sin condenar el régimen de Franco. Schneider propone entonces, en abierto desafío a la dictadura, la titánica empresa de celebrar el festival en Prades del Conflent, llevar a todo el mundo musical allí y hacer del acontecimiento un emblema de libertad.
Ante la inutilidad de las amenazas del régimen franquista contra el alcalde de Prades para que el festival no se lleve cabo en junio, como estaba programado, el gobierno franquista cerrará las fronteras para que ningún catalán pueda asistir, pero será inútil: la gente pasará clandestinamente, corriendo enormes riesgos; estarán presentes, además de los oyentes y artistas del mundo musical, Elizabeth, reina de Baviera, la reina de Bélgica y su hija María José, Vicente Oriol, presidente de Francia y su esposa.
En ese contexto el cello se convierte en la voz del maestro. “El fascismo sigue allí y nos amenaza, pero mientras haya música habrá esperanza. La música debe servir como mensaje de unión al mundo. Alcemos nuestra voz”, dice a los miembros de la orquesta; esa voz hablará de la libertad y de la música. Es en base a ese argumento que Schneider y Fermat lo han persuadido, pero al aceptar teme no poder abordar las obras con el grado de perfección que es su ideal último y no estar a la altura de ese ideal. Cada vez que ha enfrentado al público la angustia se ha apoderado de él porque ha temido no estar a la altura de la genialidad de los grandes compositores. “Un músico de verdad no puede serlo si no sufre… El talento es un punto de partida para llegar a la perfección” dice el personaje que encarna a Alexander Schneider, “y a la perfección nunca se llega, ni siquiera él”.
El pianista Eugene Istomin, que llega a visitarlo en abril de 1950, detalla alguno de los miembros de la orquesta en la edición de 1951: el cellista Paul Tortelier, el oboísta Marcel Tabuatau, Jacob Krachmalnick, maestro concertador de la Philadelphia Orchestra, el violista William Lancer, violista de la New York Philarmonic Orchestra y renombrados solistas que accedieron a formar parte de las filas de la orquesta para poder tocar con Casals, como Yfrah Neaman y Zui Zeitlin. Ello habla del altísimo nivel del organismo musical que fue creado en 1950.
La película es una reflexión sobre los principios y también sobre el talento, el trabajo y la música.
El reconocimiento
Sólo vuelve a España en 1955, para enterrar a Frasquita Capdeville, su compañera durante años.
En 1961 toca en la Casa Blanca, por invitación del presidente Kennedy, no por claudicar en sus principios sino porque piensa que de ese modo apoyará a la causa por la paz mundial.
En 1971 compone el himno de las Naciones Unidas, dirige su estreno y le es concedido el Premio de la Paz. Declara Yehudi Menuhin que Casals rechazaba ir a los Estados Unidos pero que entendió que al recibir aquella distinción estaba apareciendo –luego de tres invitaciones- no en aquel país sino en la sede del organismo internacional que lo galardonó, agregando que durante toda su vida mantuvo indemne su imagen de antifraquista catalán y sostenido los valores de la democracia y la libertad. En dicha oportunidad pronuncia su famoso discurso sobre Catanuya.
En aquella ceremonia toca, a los 95 años, el Canto de los pájaros, con el cual ha cerrado todos sus conciertos en el exilio; obra que lo conmueve cada vez que la interpreta, como si fuera la primera vez y que “siempre será así”. Esa melodía –señala en la oportunidad- expresa el sufrimiento de su pueblo sojuzgado y que “los pájaros surcan el cielo cantando paz, paz”. En su lengua madre su nombre, Pau, también significa paz.
Las ideas y las actitudes obedecen a algo tan grande como el talento y no son posibles de separar y vale la pena luchar hasta el fin para mantener esa integridad.
El artista tiene una misión primordial, la de servir a los ideales más altos del hombre.
En eso difiere Casals de muchos y en parte allí reside lo más grande y singular de su legado.”
Somos parte de un todo, somos la música, somos la esperanza, la resistencia y la lucha, podría decirnos el maestro del mismo modo que expresó que “La tierra se vuelve cielo cuando liberas tu miedo. Lo principal en la vida es no tener miedo de ser humano. Nosotros debemos pensar que somos una de las hojas de un árbol, y el árbol es toda la humanidad.”
Sin Casals la humanidad hubiera sido evidentemente más pobre y esa certeza hace que la música sea una forma de su amor por la humanidad y que el don recibido abarque a ambas cosas que en realidad son la misma: la vida y la música o, lo que es lo mismo, la vida y el amor a los demás.
Eduardo Balestena
Referencias:
.www.eugenistomin.com
.Pau Casals: l´home que va a fer sentir el silenci.
Audiosivual, Televisión de Catalunya
.Pau Casals: BBC Documentary